He leído y oído decir a a varias personas, que no son productivos si no trabajan en un café; que es solo en esos lugares donde la creatividad se les dispara, se inspiran, y dónde son muy eficientes. Hoy escribo estas palabras, no desde un cómodo café, con un capuchino espumoso y una porción de torta con crema y algunos trozos de fruta de color rojo, que maridan mis palabras, más unas notas de jazz o música chillout de fondo, sino desde una plazoleta de comidas muy desocupada, mientras un radio de “Thaimex”, así es el nombre del local, deja escapar “La Flaca” por su parlante.
También lo hago porque para la clase que tengo en hora y media necesito computador, de lo contrario, mí portátil seguiría en casa, porque no me gusta sacarlo de ella.
Ahora que he escrito estás pocas palabras, no siento que escribir fuera de mi casa me esté inspirando, claro que debe ser porque no estoy en un café, sino en una plazoleta de comidas, lugar que, imagino, debe tener un nivel de inspiración inferior al de los cafés.
Dos hombres de una mesa cercana se saludan, comienzan a hablar; uno le cuenta al otro que se acaba de cuadrar; “ ¿Y qué tal?”, le pregunta el otro. “Bien, es la mujer que siempre había buscado”, responde su amigo.
“Pero usted si va en serio?, si uno se mete en una relación después de los 30 es porque considera que la cosa puede ir en serio, ¿no cree?”, concluye el primero.
Empiezo a creer que la inspiración en este lugar me puede llegar más de ponerle atención a onversaciones ajenas, que por el lugar per se. De tarea me queda ir a escribir a un café, para ver que es lo que tanto le atribuyen a esos lugares, por el momento juzguen ustedes mi nivel de inspiración.
“Yo me pregunto, ¿para que sirven las guerras?…”, suena ahora en el radio de Thaimex.
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