Un escritor cuenta que una vez, cuando aún vivía con sus padres, encontró un amarre enterrado en una matera de su apartamento. Dice que no tiene ni idea quién lo puso ahí o quién quería hacerles daño. Su esposa dice que siempre que él cuenta la historia, varias personas se sienten identificadas y cuentas las de ellos, acerca de cosas u objetos extraños que encontraron en sus viviendas.
Creo no creer, valga la redundancia, en esos temas, pero siempre queda abierta una rendija en mi cerebro por la que se cuelan preguntas tipo: “¿Qué tal si…?”. Podría decir que es un tema que me interesa, pero como de lejitos, que me intriga y da algo de miedo al mismo tiempo.
Con la historia del escritor fresca en mi cabeza, decido leer sobre el tema y hago una búsqueda rápida en Internet. Espero encontrarme con una crónica, un suceso narrado en primera persona, un acercamiento literario, digamos, al tema, pero solo encuentro artículos flojitos. Decido leer uno que se titula: “Qué debes hacer si encuentras un amarre en tu casa”.
El artículo describe brevemente en qué consisten los amarres y luego da una serie de pasos de cómo se debe actuar ante uno. Algo que se repite mucho en el texto, es que por nada del mundo debe uno tocarlos o recogerlos para botarlos a la basura; que se debe tener mucho cuidado al interactuar con ellos. Habla de utilizar la mano izquierda y depositarlos en bolsas negras.
También menciona mucho el uso del agua bendita, que se debe rociar por todo lado: en la vivienda, en el lugar en el que se encontró el amarre, sobre el artefacto de brujería, en fin, no estaría de más bañarse en agua bendita, pero la pregunta es, ¿dónde consigue uno ese tipo de agua? Sí, me imagino que están pensando en una iglesia, pero como se accede al líquido divino, es decir, ¿visita uno a al sacerdote con una botella o garrafón plástico en la mano y simplemente le cuenta lo que ocurre, para que por favor los llene?
Recuerdo que en una iglesia que solía visitar cuando era pequeño, las columnas tenían incrustadas unas vasijas de mármol que, se supone, tenían agua bendita o, por lo menos, así lo aseguraba un cartelito que colgaba encima de ellas.
Muchas veces imité el gesto de los adultos que pasaban por su lado metían un dedo y se santificaban en la frente; solo porque sí, pues no está de más protegerse un poco con esa agua, ¿acaso no? Al poco tiempo dejé de hacerlo, no porque no quisiera, sino porque nunca más volvieron a echar agua en las vasijas, quién sabe qué ocurrió con la santificación del agua por parte de los sacerdotes de la iglesia, en fin.
Volviendo al artículo, este también decía que es un gran error quemar o botar lo que sea que se encuentre, pues eso no asegura que se deshaga el hechizo o maleficio, sino que lo que se debe hacer es llevar lo que sea que se encuentre a un experto en el tema, para que analice que tipo de conjuro es y estudie cuál es la mejor forma de revertirlo.
Qué engorroso esto de los amarres, todo: hacerlos, padecerlos, deshacerlos, etc.
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