Leo una nota del diario español El País.
Me gusta la forma en que escriben los columnistas de ese diario, que cuenta con pesos pesados como Juan José Millás y Rosa Montero. A veces cuando leo alguna columna, comienzo a saltar de link en link; así fue como llegué a la noticia que leo.
A Martín de la Torre, un viejo de 83 años, le entregaron un sonajero. En una de las fotos se ve al hombre examinando el juguete con detenimiento, con una expresión que, parece, es una mezcla de melancolía, resignación y tristeza. Es una imagen extraña, como surreal, pero llega uno a comprender el gesto del hombre, al saber que lo que sostiene entre sus manos es uno de sus juguetes de infancia, cuando tenía 8 meses de edad. En ese entonces Catalina, su madre, lo llevaba en el bolsillo al momento de su fusilamiento en medio de la guerra civil española
Se pregunta uno hasta que punto es bueno escarbar el pasado, si tiene algo de provecho desenterrar esos episodios fuertes de nuestra historia que nos descolocan, y nos obligan a rumiar ciertos hechos una y otra vez, a lanzar preguntas al vacío de la existencia.
Imagino que para los antropólogos que realizaron el hallazgo del juguete junto a los restos del cuerpo de de la madre, el caso fue un deleite, ¿pero era necesario contactar al hijo, al viejo?
Puede ser que de la Torre no necesitara ese encontronazo con una época de su vida de la que no recuerda nada. Quizás lo mejor era dejar enterrado el pasado. Me lo imagino tratando de conferirle significado al episodio, al sonajero: ¿Qué quiere decir? ¿Qué puede significar todo? Una madeja de preguntas interminable, y llego a la conclusión de que quizás para un viejo, lo mejor es disfrutar lo que le queda de presente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario