¿Cuántos libros nos hacen falta por leer?, ¿De qué libros, que seguro son como un hacha lista para romper el mar helado dentro de nosotros, como decía Kafka; no tenemos conocimiento?
Desde hace unos días unos amigos insisten en que debo leer Claus y Lucas, una novela de la escritora húngara Agota Kristof; según ellos, el mejor libro que han leído este año. Tenía en lista de espera otros libros, pero nunca sigo un método riguroso para escoger mis lecturas, sino lo que caiga en mis manos.
La busco en Goodreads, y veo que sus libros tienen buena calificación. Ese, pienso, no es un indicador muy fiable. Busco más información sobre ella y doy con una entrevista en la que la autora habla sobre escritura. Dice que para discernir entre el bien y el mal, existe una regla muy sencilla: “Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos.”
Esto me recuerda a algo que dice Millás: “Decir lo que se dice exige una precisión de microcirugía casi imposible de lograr, pues donde menos lo esperas salta la metáfora.” Y es que cuando las figuras narrativas atacan se corre el peligro de escribir cosas melosas y se termina, como también dice el autor, con un escrito sentimentaloide.
Mejor volvamos a Kristof, que dice lo siguiente en el escrito que encontré: “Escribiremos: comemos muchas nueces”, y no: “nos gustan las nueces”, porque la palabra “gustar” no es una palabra segura, carece de precisión y de objetividad."
Refuerza eso diciendo que las palabras que utilizamos para definir lo sentimientos son muy vagas, y que lo mejor que se puede hacer es describir objetos, seres humanos y a uno mismo, una descripción fiel de los hechos.
Así irrumpe Kristof en mi vida.
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