El personaje de una novela espera que una mujer se vaya de la casa, porque quiere leer un manuscrito que tiene escondido en su cuarto.
Cuando llega al lugar busca por todo lado y piensa que hay que ser muy pobre de imaginación para ocultar algo en el closet, si uno no quiere que los demás encuentren, y que hay que ser aún más pobre de imaginación, para buscar en ese lugar, después de haberlo hecho debajo del colchón.
Ese personaje, en otro momento de la novela, también menciona que tal vez las cosas siempre están ahí, solo que no sabemos verlas.
De pronto una de las claves de la vida es ser obvios.
Recuerdo una escena de una película sobre la segunda guerra mundial, en el que una familia de judíos sabe que los soldados alemanes van a llegar a requisar su apartamento.
El padre, un hombre flaco, pálido y ojeroso, toma un puñado de billetes y busca un lugar para esconderlos, pero no se decide por ninguno. Cuando los soldados golpean la puerta, el hombre está en la cocina y todavía tiene los billetes en la mano y mueve la cabeza de un lado a otro sin saber qué hacer.
Los soldados no esperan más y abren la puerta a las malas. Lo único que se le ocurre al hombre es esconder los billetes debajo de un periódico que está encima de la mesa de la cocina.
Los soldados requisan el lugar por todo lado, buscando algo de valor, pero a ninguno se le ocurre levantar el periódico. Es una escena es buenísima por las alta dosis de tensión que carga.
Al final los soldados abandonan el apartamento y la familia no pierde el dinero.
De pronto, si uno quiere pasar desapercibido en cualquier contexto de la vida, ser obvio es el mejor recurso.
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