Es tarde.
Quedan 13 minutos para las 10 y a esa hora quiero ver un programa de televisión.
Pienso que no debería escribir porque lo que me va a salir es un escrito a las patadas, pues, como suele ocurrir, no tengo idea sobre qué escribir.
Imagino que debería dedicar más tiempo en planear los temas de este blog, pero si hay algo que me gusta de Almojábana es precisamente su crudeza, su falta de profesionalismo, en fin, llámelo como quiera estimado lector.
Puse el punto del párrafo anterior porque ya no sabía que más escribir en él, y hace unos segundos empecé este en la misma situación. Supongo que el paso a seguir es practicar escritura libre; escribir lo que se me venga a la cabeza sin ponerle atención al tema y escasamente a la puntuación, algo así como: “sorpréndeme subconsciente”.
Un ejercicio hasta peligroso, porque quién sabe qué tipo de traumas, filias y obsesiones se guardan en los callejones oscuros del cerebro.
Eso me recuerda que mi hermana siempre le tuvo fastidio a las pruebas psicológicas en las que le tocaba dibujar, y decía que siempre trataba de hacer dibujos complejos, con paisajes de fondo, para que el psicólogo se tuviera que esforzar analizando qué carajos pasaba por su cabeza.
¿Si ven? El cerebro me encarriló a ese tema quién sabe por qué, pero ya que a esa masa con surcos y pliegues le dio por tocarlo, recuerdo que hace unos meses presente una prueba por internet que nunca me habían puesto.
Consistía en 2 imágenes, en apariencia iguales, pero las condenadas tenían detallitos maricas: tamaño de la fuente, tonos de colores, alineación de las figuras, en fin, que las hacían diferentes, y si uno es bien lento para captar detalles sutiles, como es mi caso, pues perdía, porque solo se contaba con unos segundos para seleccionar una respuesta de opción múltiple.
La persona que me hizo la prueba me la explico a las patadas y me preguntó si la había entendido. Le dije que no.
Me la volvió a explicar y seguía sin entenderla, pero el tipo se mamó de explicarme o no tenía más tiempo, y me dijo que tranquilo que la iba a entender cuando me la pusiera. Entonces el condenado me la mando así no más.
“Ya puede empezar”, dijo.
Al principio fallé como 5 preguntas, hasta que le cogí el tiro, pero es que eran tan parecidas las berracas imágenes, que muchas no me preocupé en analizarlas sino que apliqué la metodología del Tin Marin…
Al día siguiente me enviaron un email en el que me informaban que había quedado fuera del proceso.
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