Me acerco a su garita de cristal.
“Voy al 302 a terapia física”.
Abre un libro, lo que parece una minuta, toma un esfero azul que no lleva tapa y me pregunta mi número de cédula. Se lo dicto y cuando me voy a ir, sus palabras me detienen de nuevo: “¿Cuál es su nombre?”
“Juan Rodríguez”.
Hace la anotación con una letra redonda y veo que arriba de mi nombre, ya hay bastantes anotados.
Me pregunto para qué les sirve esa información y que hacen con esos libros al final del año o cuando se les acaban. De pronto, pienso, los echan en una hoguera y danzan alrededor de ella, qué sé yo.
Media hora más tarde estoy recostado en una camilla, y Alejandra, la fisioterapeuta, me pone electricidad en el músculo abductor de la pierna izquierda que, según ella está recogido.
Es une mujer parlanchina y en un momento dice: “Hoy le tengo música más suave”, y luego ríe. Dice eso porque la emisora que tiene sintonizada es de baladas y en una sesión anterior me recibió con salsa sexual, ya saben: Devórame otra vez y ese tipo de canciones.
Sonrío (no sirve de nada porque llevo tapabocas) y le digo que no hay problema. Apenas me conecta el aparato de la electricidad abandona el cubículo.
Me pongo a mirar el techo y a pensar en un cuento que quiero escribir y que está trabado en la punta de mis dedos.
En medio de mi divagación suena El kilo de Orishas.
La canción me transporta a una noche fría en el Parkway. Caminábamos con M. cogidos de la mano por un camino con árboles a lado y lado. Nos dirigíamos hacia un bar en el que luego nos tomamos unas cervezas y hablamos mucho: de nuestros pasados, presentes y sobre todo de nuestros futuros o lo que esperábamos de ellos.
Antes habíamos estado en su casa. Allí fue donde escuché por primera vez ese grupo, y me gustó mucho.
Ahora cada vez que suena, la recuerdo.
Años después estuve a punto de verlos en vivo. Me hubiera gustado ir con ella a ese concierto.
Estaba a un metro de la tarima y los Orishas decidieron comenzar su presentación a la 1 de la mañana. Al final no los pude ver porque el ambiente estaba muy pesado, había más humo de cigarrillo que aire, una amiga se desmayó y la tuvimos que sacar del teatro.
"Recordando los tiempos de antaño
Solo puedo quitarme el sombrero"
- El kilo -
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