Me gusta pensar que hay un libro único para mí, es decir, que en algún lugar del planeta, un escritor, sin saber de mi existencia, claro está, escribió un libro que le da algo de luz a todos los miedos e inseguridades que llevo por dentro, al tiempo que celebra mis alegrías y aciertos, o lo que yo considero aciertos en esta vida.
Aún no creo haberlo encontrado. Podría ser Articuentos Completos de Millás, pero ese es mi libro favorito, y creo que el libro favorito y el único no son lo mismo, en fin.
Imagino que resulta difícil coincidir con ese libro dado el número de libros publicados a lo largo de la historia de la humanidad.
Quizá por eso es que las personas a las que nos gustar leer, practicamos ese deporte de comprar libros, así tengamos varios sin empezar, pues inconscientemente andamos tras la búsqueda de esa obra única que nos va hablar directamente.
Puede que uno nunca lo encuentre, pues ya sabemos que la vida es muy corta para cualquier actividad, sobre todo para leer, por eso, pienso, se debe afinar el arte de comprar libros a puro feeling.
En épocas antiguas cuando se podía ir a la feria del libro, me gustaba visitarla la primera semana y sin compañía. La paseaba despacio, a mi antojo, hojeando muchos libros y demorándome en cada pabellón lo que me diera la gana.
A veces llevaba una lista de títulos y otras iba sin nada, dispuesto a antojarme de las portadas y la breve reseña de las contraportadas; dejaba que el azar jugara su papel.
En una de sus ediciones, para la que si llevé un listado de títulos, conseguí Vibrato de Isabel Mellado y el Tumbao de Beethoven, una novela corta, pero muy agradable, mucho más para los fanáticos de la salsa.
Esa vez también compré a puro feeling El hombre que murió la víspera y Como los Perros Felices Sin Motivo.
Supongo que una correcta dosis de feeling al momento de comprar libros, es lo que se necesita para dar con esa lectura única de la que les hablo.
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