Y también viene la respuesta: Porque sí, por dejar registro de algo, aunque no sea nada del otro mundo y nadie lo lea nunca. También porque así, imagino, ¿cómo? al escribir con angustia quiero decir, sin saber en qué momento lo vamos a dejar de hacer, obliga a arrumar unas cuantas letras sí o sí.
En parte, esa necesidad de contar lo que ocurre,fue fue lo que llevó a Dimitri Kolesnikov Romanovich, un marinero ruso, a escribir lo siguiente: El agua nos llega ahora por los tobillos. Nos queda aire para unas pocas horas. Se acaba de apagar la luz. Escribo a ciegas”.
Son escenarios distintos claro está, Kolesnikov al borde de la muerte y yo acá sentado en mi escritorio listo para irme de viaje, pero la necesidad de contar lo que pasa, aunque tengan detonantes diferentes, comparten terreno en común.
No sé si me estoy explicando bien. Si no, es porque estás palabras salen a punta de tropiezos por mis dedos, por ese afán, repito, de contar lo que sea, así tenga o no mucho sentido.
Esa Ansía por decir qué ocurre también la experimentó Leola, la protagonista del Rey Transparente, la novela de Rosa Montero. Ella abre la novela diciendo lo siguiente:
La pluma tiembla entre mis dedos cada vez que el ariete embiste contra la puerta, un sólido portón de metal y madera que no tardará en hacerse trizas. Pesados y sudados hombres de hierro se amontonan en la entrada. Vienen a por nosotras. Las buenas mujeres rezan. Yo escribo.
Es mi mayor victoria, mi conquista el don del que me siento más orgullosa; y aunque las palabras están siendo devoradas por el gran silencio, hoy constituyen mi única arma.
Quizás escribir, sin importar el escenario, no sea otra cosa que una manera de enfrentarse a la muerte, de ahí la angustia que produce dejar un texto a medias.
Quizás escribir, sin importar el escenario, no sea otra cosa que una manera de enfrentarse a la muerte, de ahí la angustia que produce dejar un texto a medias.
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