Otra vez lo mismo. Es tarde y heme aquí intentando escribir algo. En la mañana, fuera de Bogotá, me senté en mi escritorio con la taza de café del desayuno a la mitad. Aún estaba caliente, pero me distraje con cualquier pendejada y cuando le di un sorbo la bebida ya se había enfriado.
En ese momento pensé en escribir algo sobre eso. Pensaba decir que la vida es muy corta para dejar enfriar el café y que deberíamos preocuparnos por tomarlo bien caliente, pues uno nunca sabe si es la última vez que le va a dar un sorbo a esa bebida.
La verdad es que uno no sabe nada, y la mayoría de veces se anda a tientas, a tumbos, a trompicones (que buena palabra esa) a pura prueba y error, a ver si en medio del caos tan berraco que es la vida, resulta alguno de los planes que trazamos.
Ya no sé que más escribir pero llevo míseras 165 palabras. Una vez escribí el guión de un video para una empresa y tenía que ser menor de 200 palabras. En esa ocasión, al contrario, sufrí mucho editando ese texto, que parecía desbordarse de mis manos.
Pero bueno, que me distraigo,mejor sigamos hablando del café. Hay que tomarlo caliente y a la hora que sea. A mí esa bebida no me quita el sueño. El otro día me entró un antojo como de mujer embarazada, imagino que así son, y a las 11 de la noche sentí un deseo irrefrenable de tomarme una taza bien oscura. Hacer eso de pronto es un atentado contra los ciclos circadianos. No lo sé. De pronto tengo acumulada cafeína en alguna parte de mi cuerpo, y por eso hay noches que doy vueltas y vueltas y no logro dormirme, pero esa vez, la del tinto a las 11 de la noche, dormí sin ningún problema.
Ya llevo más de 300 palabras, que no vienen a ser mucho, pero cumplen con mi cuota mínima. Mejor me voy a dormir, porque soy tan inteligente que programé, desde hace meses, una reunión de trabajo para mañana.
El café caliente, siempre caliente.
martes, 30 de abril de 2024
lunes, 29 de abril de 2024
De autoficción, selfies y otros temas
Llevo días sin escribir acá. Podría decir que mi ausencia se debe a una mezcla de situaciones, además de un viaje de último minuto, pero la verdad es que todo se resume en pura y física pereza. Algunos días he intentado escribir hacia el final de la tarde, pero en esos momentos estoy cansado y apenas me siento en el escritorio no se me ocurre nada.
De pronto es porque quiero hablar de cosas que me han pasado, y tal vez no me ha pasado mucho, o de pronto es porque acudo mucho a ese género llamado autoficción, pues casi siempre narro eventos propios, al tiempo que les incluyo cosas ficticias.
Sea como sea, un amigo me cuenta que el escritor argentino Hernán Díaz, dice que actualmente existe una decadente moda de autoficción confesional, que viene a ser “una gran inflación del yo”. Díaz sentencia su postura diciendo que muchos textos se han transformado en una especie de selfie narrativo.
Cuando me contó eso, pensé en la frase que leí de una crónica de Leila Guerriero: La primera persona es una traición, porque termina siendo más importante el escritor que lo escrito.
Salman Rushdie cuenta que cuando escribió su memoir Joseph Anton, se narró en tercera persona, porque no le gusto cuando comenzó a hacerlo en la primera. En ese momento, escribir en esa voz le pareció un ejercicio narciso. Rushdie concluye que a pesar de ser él, no dejaba de existir cierta distancia con Joseph Anton.
Pero vuelvo y repito. Me da igual cómo sean mis textos, es decir, si son buenos o no. Solo espero volver a retomar el ritmo y escribir sobre el tema que sea.
De pronto es porque quiero hablar de cosas que me han pasado, y tal vez no me ha pasado mucho, o de pronto es porque acudo mucho a ese género llamado autoficción, pues casi siempre narro eventos propios, al tiempo que les incluyo cosas ficticias.
Sea como sea, un amigo me cuenta que el escritor argentino Hernán Díaz, dice que actualmente existe una decadente moda de autoficción confesional, que viene a ser “una gran inflación del yo”. Díaz sentencia su postura diciendo que muchos textos se han transformado en una especie de selfie narrativo.
Cuando me contó eso, pensé en la frase que leí de una crónica de Leila Guerriero: La primera persona es una traición, porque termina siendo más importante el escritor que lo escrito.
Salman Rushdie cuenta que cuando escribió su memoir Joseph Anton, se narró en tercera persona, porque no le gusto cuando comenzó a hacerlo en la primera. En ese momento, escribir en esa voz le pareció un ejercicio narciso. Rushdie concluye que a pesar de ser él, no dejaba de existir cierta distancia con Joseph Anton.
Pero vuelvo y repito. Me da igual cómo sean mis textos, es decir, si son buenos o no. Solo espero volver a retomar el ritmo y escribir sobre el tema que sea.
miércoles, 17 de abril de 2024
Doing is the game
Hoy me acordé de una frase que escuché en una charla de Creative Mornings: Ideas are nothing, doing is everything.
Tiempo después leí Zen in the art of writing de Ray Bradbury, y parece que el escritor pensaba lo mismo. Bradbury cuenta lo siguiente :“Hacer es ser. Haber hecho no es suficiente; llenarse de hacer, ese es el juego."
El escritor cuenta que todos somos como tazas que constantemente se van llenando de forma calmada, y que el truco –de la vida, supongo–, consiste en saber en qué momento hay que inclinarse para que se derrame lo bueno que hemos almacenado.
Inclinarse o hacer, para desparramar todo lo que hemos acumulado debe ser una buena táctica para afrontar la vida, ¿acaso no?
Dice que siempre le recalcó a sus amigos que existen dos artes: el primero es realizar algo, y el segundo consiste en aprender a moldear lo que se hizo para no matarlo o lastimarlo de alguna manera.
Seguro por eso el escritor afirma que permanecía ebrio de escritura para que la realidad no lo pudiera destruir.
Ese, cuenta, fue el estilo de vida que siempre llevó: “Ebrio, y manejando una bicicleta, es decir, Ebrio de vida, sin saber a dónde dirigirse después, en un viaje mitad de terror y mitad de entusiasmo.
Entonces ya saben. El truco está en hacer, hacer y hacer, sin importar cuál sea el producto final, mientras no lo aniquilemos de alguna manera, al momento de moldearlo.
Tiempo después leí Zen in the art of writing de Ray Bradbury, y parece que el escritor pensaba lo mismo. Bradbury cuenta lo siguiente :“Hacer es ser. Haber hecho no es suficiente; llenarse de hacer, ese es el juego."
El escritor cuenta que todos somos como tazas que constantemente se van llenando de forma calmada, y que el truco –de la vida, supongo–, consiste en saber en qué momento hay que inclinarse para que se derrame lo bueno que hemos almacenado.
Inclinarse o hacer, para desparramar todo lo que hemos acumulado debe ser una buena táctica para afrontar la vida, ¿acaso no?
Dice que siempre le recalcó a sus amigos que existen dos artes: el primero es realizar algo, y el segundo consiste en aprender a moldear lo que se hizo para no matarlo o lastimarlo de alguna manera.
Seguro por eso el escritor afirma que permanecía ebrio de escritura para que la realidad no lo pudiera destruir.
Ese, cuenta, fue el estilo de vida que siempre llevó: “Ebrio, y manejando una bicicleta, es decir, Ebrio de vida, sin saber a dónde dirigirse después, en un viaje mitad de terror y mitad de entusiasmo.
Entonces ya saben. El truco está en hacer, hacer y hacer, sin importar cuál sea el producto final, mientras no lo aniquilemos de alguna manera, al momento de moldearlo.
martes, 16 de abril de 2024
Uno más
¿De qué hablo? de un nuevo libro. Uno más que quiero leer. La escritora española Marina Perezagua publicó una foto de él en su cuenta de Facebook y escribió: Bello. Brillante. literatura.
Hablo de knife, Meditations after an attempted murder, el último libro de Salman Rushdie, un memoir en el que, imagino, desmenuza el atentado que sufrió y lo lleva a un nivel literario.
De él solo he leído Joseph Anton, el memoir que escribió luego de que el Ayatolá Ruhollah Khomeini lo condenara a muerte por haber escrito los versos satánicos. En ese entonces, ese viejito con mirada de loco y barba poblada le envió un mensaje a todos los musulmanes en el que les indicaba que lo mataran en cualquier lugar en el que se encontraran.
Me siento cercano a Rushdie por ese relato y porque me firmó el libro en una charla que dio en el Hay Festival. Fue una de las mejores charlas de esa edición y me pareció tremendo cómo narra todas las experiencias por las que tuvo que atravesar.
Hablo de knife, Meditations after an attempted murder, el último libro de Salman Rushdie, un memoir en el que, imagino, desmenuza el atentado que sufrió y lo lleva a un nivel literario.
De él solo he leído Joseph Anton, el memoir que escribió luego de que el Ayatolá Ruhollah Khomeini lo condenara a muerte por haber escrito los versos satánicos. En ese entonces, ese viejito con mirada de loco y barba poblada le envió un mensaje a todos los musulmanes en el que les indicaba que lo mataran en cualquier lugar en el que se encontraran.
Me siento cercano a Rushdie por ese relato y porque me firmó el libro en una charla que dio en el Hay Festival. Fue una de las mejores charlas de esa edición y me pareció tremendo cómo narra todas las experiencias por las que tuvo que atravesar.
También me gusto que se narró en tercera persona, pues cuando comenzó a escribir el libro en la primera, no le gusto y le pareció un ejercicio algo narciso, además de que no deja de existir cierta distancia antre él y joseph Anton.
El título de ese libro lo seleccionó por el aprecio que siente hacia los escritores Joseph Conrad y Antón Chejov. Al primero por sus novelas de espías, pues de un momento a otro se vio envuelto en ese mundo, necesitó de un fuerte esquema de seguridad y no dormía más de dos noches en un mismo lugar, y el segundo, pues considera que el escritor ruso sabía retratar la soledad y en esos años de su vida se sintió muy solo.
Me entero que en Knife aparte de narrar en detalle el ataque que sufrió, también es un tributo a su esposa quien lo acompañó durante toda su recuperación.
El título, cuenta Rushdie, es una alegoría al lenguaje, pues este también puede ser un cuchillo que corta hasta llegar a la verdad. “Quería utilizar el poder de la literatura, en general, para responder a este ataque".
Uno más, les digo, uno más para celebrar que Rushdie sigue vivo.
El título de ese libro lo seleccionó por el aprecio que siente hacia los escritores Joseph Conrad y Antón Chejov. Al primero por sus novelas de espías, pues de un momento a otro se vio envuelto en ese mundo, necesitó de un fuerte esquema de seguridad y no dormía más de dos noches en un mismo lugar, y el segundo, pues considera que el escritor ruso sabía retratar la soledad y en esos años de su vida se sintió muy solo.
Me entero que en Knife aparte de narrar en detalle el ataque que sufrió, también es un tributo a su esposa quien lo acompañó durante toda su recuperación.
El título, cuenta Rushdie, es una alegoría al lenguaje, pues este también puede ser un cuchillo que corta hasta llegar a la verdad. “Quería utilizar el poder de la literatura, en general, para responder a este ataque".
Uno más, les digo, uno más para celebrar que Rushdie sigue vivo.
lunes, 15 de abril de 2024
"Me pareces interesante"
“A mí la verdad me parece interesante”.
Fernando supo que había perdido el tiempo con Laura cuando la escuchó decir esa frase:
Se habían conocido en el cumpleaños de un amigo en común y desde el instante en que la vio se convenció de que ella era la mujer de sus sueños hecha realidad: alta, pelinegra y de ojos verdes.
Esa noche buscó la forma de interactuar con ella a solas, pero siempre había alguien rondando. Hacia el final de la reunión desistió de su idea y salió a la terraza para terminar de beber un trago de whiskey y fumarse un cigarrillo.
“Pensé que te habías ido sin despedirte”, fue la frase que lo sacó de sus pensamientos. Al dar medía vuelta, ahí estaba ella con una copa de vino en sus manos y sonriendo de forma pícara.
“Como estabas tan ocupada hablando con Morales”.
“¿Celoso o qué?”
Fernando soltó una carcajada, sacó otro cigarrillo, y ese día hablaron hasta la madrugada.En esa ocasión Fernando solo se ganó un resfriado porque no se preocupó por ponerse la chaqueta.
Salieron por un par de meses hasta que un día Fernando concluyó que se había enamorado. Decidió jugársela toda.
La citó en Grano molido, el café que tanto le gustaba a ella. Cuando la tuvo sentada enfrente, no sabe bien de dónde saco fuerzas para decirle todo lo que sentía. Su declaración de amor salía de su boca a una velocidad impresionante. No sabía que iba a hablar por tanto tiempo. Fue algo que le costó mucho porque la posibilidad de rechazo estaba latente.
¿Y si de pronto había leído mal las señales y ella solo lo consideraba un amigo? se preguntaba, pero cuando terminó de hablar, sin importar cuál fuera la respuesta que iba a escuchar, se sintió ligero.
Cuando fue el turno de ella para hablar, Laura le dio un sorbo al vaso de café que sostenía con ambas manos y dijo:
“Mira a mí, de primerazo me pareces interesante y súper pilo."
La respuesta de Laura también fue larga, pero Fernando no le prestó atención al resto de palabras, sabía que lo mejor era emprender la retirada, porque lo último que se debe perder no es la esperanza sino la dignidad.
Era un rechazo camuflado, una negativa disfrazada de palabras cordiales. Quizá desde la primera vez que alguien le dijo eso a otra persona no lo hizo con mala intención, pero Fernando hubiera preferido que Laura le dijera que era un hijo de puta o que era un mal polvo.
Al final siempre Se gana o se pierde, esa es la vida ¿acaso no?, pensó
Más allá de ponerse triste, lo que le sintió fue rabia. Había sido una salida fácil para ella. Era una frase que no compromete a quien la dice. Un sintagma, diría un lingüista, que no descalifica pero tampoco elogia.
Solo significaba una cosa: que no le había hecho sentir nada con esa declaración de amor improvisada que, cree, le había salido tan bien.
Fernando supo que había perdido el tiempo con Laura cuando la escuchó decir esa frase:
Se habían conocido en el cumpleaños de un amigo en común y desde el instante en que la vio se convenció de que ella era la mujer de sus sueños hecha realidad: alta, pelinegra y de ojos verdes.
Esa noche buscó la forma de interactuar con ella a solas, pero siempre había alguien rondando. Hacia el final de la reunión desistió de su idea y salió a la terraza para terminar de beber un trago de whiskey y fumarse un cigarrillo.
“Pensé que te habías ido sin despedirte”, fue la frase que lo sacó de sus pensamientos. Al dar medía vuelta, ahí estaba ella con una copa de vino en sus manos y sonriendo de forma pícara.
“Como estabas tan ocupada hablando con Morales”.
“¿Celoso o qué?”
Fernando soltó una carcajada, sacó otro cigarrillo, y ese día hablaron hasta la madrugada.En esa ocasión Fernando solo se ganó un resfriado porque no se preocupó por ponerse la chaqueta.
Salieron por un par de meses hasta que un día Fernando concluyó que se había enamorado. Decidió jugársela toda.
La citó en Grano molido, el café que tanto le gustaba a ella. Cuando la tuvo sentada enfrente, no sabe bien de dónde saco fuerzas para decirle todo lo que sentía. Su declaración de amor salía de su boca a una velocidad impresionante. No sabía que iba a hablar por tanto tiempo. Fue algo que le costó mucho porque la posibilidad de rechazo estaba latente.
¿Y si de pronto había leído mal las señales y ella solo lo consideraba un amigo? se preguntaba, pero cuando terminó de hablar, sin importar cuál fuera la respuesta que iba a escuchar, se sintió ligero.
Cuando fue el turno de ella para hablar, Laura le dio un sorbo al vaso de café que sostenía con ambas manos y dijo:
“Mira a mí, de primerazo me pareces interesante y súper pilo."
La respuesta de Laura también fue larga, pero Fernando no le prestó atención al resto de palabras, sabía que lo mejor era emprender la retirada, porque lo último que se debe perder no es la esperanza sino la dignidad.
Era un rechazo camuflado, una negativa disfrazada de palabras cordiales. Quizá desde la primera vez que alguien le dijo eso a otra persona no lo hizo con mala intención, pero Fernando hubiera preferido que Laura le dijera que era un hijo de puta o que era un mal polvo.
Al final siempre Se gana o se pierde, esa es la vida ¿acaso no?, pensó
Más allá de ponerse triste, lo que le sintió fue rabia. Había sido una salida fácil para ella. Era una frase que no compromete a quien la dice. Un sintagma, diría un lingüista, que no descalifica pero tampoco elogia.
Solo significaba una cosa: que no le había hecho sentir nada con esa declaración de amor improvisada que, cree, le había salido tan bien.
viernes, 12 de abril de 2024
Amor moderno
En uno de los capítulos de Orange is the New Black, un periodista contacta al novio de Piper, la reclusa, para que escriba una pieza para la columna Modern Love del New York Times.
Ese día recordé esa serie que me gustó mucho y pensé que lo más probable es que existiera un libro con la recopilación de las columnas.
No estaba equivocado. El libro se llama Amor moderno, historias reales de amor, pérdida y reconciliación.
Ese mismo día comencé a leerlo. Ahora voy por la mitad y me ha gustado mucho. Me parece que la selección de piezas que hizo el editor de la columna fue muy minuciosa y la calidad de los escritos es tremenda.
Hoy leí un ensayo que me removió todo. Se titula “Tal vez quieras casarte con mi marido”. En él la escritora Amy Krouse Rosenthal cuenta como una noche visita una clínica con su marido debido a un fuerte dolor abdominal que, piensan, es apendicitis, y después de muchos análisis les dan la noticia de que es un cáncer en etapa avanzada.
La columna de Amy es un perfil de su marido, en la que justifica por qué es un buen partido. En medio de lo trágico, la escritora utiliza un humor muy fino en su escrito.
Amy murió 10 días después de la publicación de su columna.
Estos últimos días he pensado mucho sobre la muerte, y cuando no pienso en ese tema, se me aparece de cualquier forma. De pronto lo mejor sea no mirarla como un evento lejano, sino hacerle creer que nos importa. De esa manera quizá nos dejé en paz y se fije en aquellos que no la determinan para nada.
Ese día recordé esa serie que me gustó mucho y pensé que lo más probable es que existiera un libro con la recopilación de las columnas.
No estaba equivocado. El libro se llama Amor moderno, historias reales de amor, pérdida y reconciliación.
Ese mismo día comencé a leerlo. Ahora voy por la mitad y me ha gustado mucho. Me parece que la selección de piezas que hizo el editor de la columna fue muy minuciosa y la calidad de los escritos es tremenda.
Hoy leí un ensayo que me removió todo. Se titula “Tal vez quieras casarte con mi marido”. En él la escritora Amy Krouse Rosenthal cuenta como una noche visita una clínica con su marido debido a un fuerte dolor abdominal que, piensan, es apendicitis, y después de muchos análisis les dan la noticia de que es un cáncer en etapa avanzada.
La columna de Amy es un perfil de su marido, en la que justifica por qué es un buen partido. En medio de lo trágico, la escritora utiliza un humor muy fino en su escrito.
Amy murió 10 días después de la publicación de su columna.
Estos últimos días he pensado mucho sobre la muerte, y cuando no pienso en ese tema, se me aparece de cualquier forma. De pronto lo mejor sea no mirarla como un evento lejano, sino hacerle creer que nos importa. De esa manera quizá nos dejé en paz y se fije en aquellos que no la determinan para nada.
“I’m facing a deadline, in this case, a pressing one.i need to say this (and say it right) while I have (a) your attention and (b) a pulse."- You may want to marry my husband -
jueves, 11 de abril de 2024
Soltar letras
Acá estoy, debatiéndome entre escribir algo o no escribir, e irme a ver un capítulo de Orange is the new black.
La razón es que en todo el día no me he parado del escritorio. ¿Y por qué carajos no aprovecho para escribir un post? se preguntará el querido lector y no me queda más que darle la razón.
El caso es que me dediqué a escribir otros textos, unos de trabajo y otros no tanto. Terminé de escribir, por ejemplo, una historia que trata sobre la vejez y la muerte, y que tiene que ver mucho con el post que escribí ayer. Para escribirla me basé en los diarios de Sándor Márai que, como ya he dicho antes, me encantan por su visceralidad. ¿Existe esa palabra? no sé. No quiero quedarme con la duda, así que la escribo en la barra de búsqueda de la página de la RAE y me dice que significa: que se deja llevar por reacciones viscerales.
Así, imagino, tuvo que haber escrito sus diarios el escritor húngaro. En fin, que me repito, pero la verdad es que este ejercicio solo consiste en soltar letras sobre la pantalla a ver si de pronto agarran algo de significado. Ese, sabrán ustedes, es mi objetivo con este blog, escribir lo que sea, sin importar lo malo, bueno, regular o pésimo que resulte; no me importa, no hay tiempo para pensar en eso. Soltar las letras como vengan, casi crudas y sin la cocción de la edición, porque la muerte puede estar cerca. No se sabe, nunca sabemos nada en concreto, así que lo mejor es hacer lo que se pueda hacer hoy sin pensar en el mañana, porque como dice Manuel Vilas: El mañana es de lo muertos.
La razón es que en todo el día no me he parado del escritorio. ¿Y por qué carajos no aprovecho para escribir un post? se preguntará el querido lector y no me queda más que darle la razón.
El caso es que me dediqué a escribir otros textos, unos de trabajo y otros no tanto. Terminé de escribir, por ejemplo, una historia que trata sobre la vejez y la muerte, y que tiene que ver mucho con el post que escribí ayer. Para escribirla me basé en los diarios de Sándor Márai que, como ya he dicho antes, me encantan por su visceralidad. ¿Existe esa palabra? no sé. No quiero quedarme con la duda, así que la escribo en la barra de búsqueda de la página de la RAE y me dice que significa: que se deja llevar por reacciones viscerales.
Así, imagino, tuvo que haber escrito sus diarios el escritor húngaro. En fin, que me repito, pero la verdad es que este ejercicio solo consiste en soltar letras sobre la pantalla a ver si de pronto agarran algo de significado. Ese, sabrán ustedes, es mi objetivo con este blog, escribir lo que sea, sin importar lo malo, bueno, regular o pésimo que resulte; no me importa, no hay tiempo para pensar en eso. Soltar las letras como vengan, casi crudas y sin la cocción de la edición, porque la muerte puede estar cerca. No se sabe, nunca sabemos nada en concreto, así que lo mejor es hacer lo que se pueda hacer hoy sin pensar en el mañana, porque como dice Manuel Vilas: El mañana es de lo muertos.
miércoles, 10 de abril de 2024
Un siglo y 5 años
105 años. A esa edad murió la abuela de la esposa de un amigo.
¿No es mucho vivir más de un siglo? A mí me parece que sí. De pronto lo mismo piensa Roger Daltrey, el cantante de The Who, cuando dice en My Generation: I Hope I die before I get old.
¿Qué puede hacer uno con 105 años, aparte de estar sentado en un sillón con una manta sobre las piernas mirando por la ventana o viendo televisión? Seguro hay algunas excepciones y existen ancianos llenos de vida, pero a esas alturas, creo, el cuerpo ya se debe estar muy apagado.
Claro que uno no deja de conmoverse con la noticia, y se mira con cierto respeto a la persona que alcanzó esa edad.
¿Qué pensaría ella? ¿Todavía tenía facultades mentales, o su yo ya se había diluido en la demencia senil?, pues el alzhéimer, como otras enfermedades de gente mayor, suele aparecer a una edad en la que deberíamos estar muertos. Y es que en la vejez solo se encuentran los seres que, de acuerdo a la leyes de la naturaleza, ya estarían muertos. Esa etapa de la vida no es más que eso, una cuesta descendente hasta la muerte, pero nosotros nos hemos empeñado en alargar la vida, en fin.
No sé, todo son preguntas, por ejemplo si no se llega a viejo ¿a qué edad sería bueno morir?
Felipe, un personaje de La Buena Suerte, dice que nunca va a experimentar la indignidad de la vejez, y que para lograrlo tendría que ser capaz de matarse cuando aún estuviera bien. Por eso decide suicidarse a los 82 años, pero llegada esa edad, pasan los días y Felipe no da con el momento preciso para matarse, a veces simplemente por cansancio, otras por un resfrío y otras porque se sentía más o menos a gusto con la vida.
“Suicidarse muy vivo, un suicidio que formara parte de la vida y no de la muerte”, cuenta el personaje, pues si se esperaba hasta estar enfermo, su cuerpo tomaría el mando y las células siempre se empeñan ferozmente en vivir.
De pronto Rosa Montero se basó en el escritor Sándor Márai para crear ese personaje. El escritor húngaro cuenta en sus diarios que no quería morir, pero que había dejado el revólver en el cajón de la mesita de noche para tenerlo a mano si llegaba el momento en el que quisiera acabar con su vida. Aunque cabía la posibilidad de que el final ocurriera de otra manera. “Todo es siempre de otra manera”, concluye.
En el libro sobre la muerte de Millás y Arsuaga, el paleontólogo le plantea al escritor lo siguiente: “No deberías preguntarte, pues, por qué nos morimos, sino por qué vivimos tanto.”
Felipe, en otro aparte de la novela, dice que ya ha sido secuestrado por un anciano al que no reconoce. Porque envejecer es precisamente eso: ser ocupado por un extraño.
¿No es mucho vivir más de un siglo? A mí me parece que sí. De pronto lo mismo piensa Roger Daltrey, el cantante de The Who, cuando dice en My Generation: I Hope I die before I get old.
¿Qué puede hacer uno con 105 años, aparte de estar sentado en un sillón con una manta sobre las piernas mirando por la ventana o viendo televisión? Seguro hay algunas excepciones y existen ancianos llenos de vida, pero a esas alturas, creo, el cuerpo ya se debe estar muy apagado.
Claro que uno no deja de conmoverse con la noticia, y se mira con cierto respeto a la persona que alcanzó esa edad.
¿Qué pensaría ella? ¿Todavía tenía facultades mentales, o su yo ya se había diluido en la demencia senil?, pues el alzhéimer, como otras enfermedades de gente mayor, suele aparecer a una edad en la que deberíamos estar muertos. Y es que en la vejez solo se encuentran los seres que, de acuerdo a la leyes de la naturaleza, ya estarían muertos. Esa etapa de la vida no es más que eso, una cuesta descendente hasta la muerte, pero nosotros nos hemos empeñado en alargar la vida, en fin.
No sé, todo son preguntas, por ejemplo si no se llega a viejo ¿a qué edad sería bueno morir?
Felipe, un personaje de La Buena Suerte, dice que nunca va a experimentar la indignidad de la vejez, y que para lograrlo tendría que ser capaz de matarse cuando aún estuviera bien. Por eso decide suicidarse a los 82 años, pero llegada esa edad, pasan los días y Felipe no da con el momento preciso para matarse, a veces simplemente por cansancio, otras por un resfrío y otras porque se sentía más o menos a gusto con la vida.
“Suicidarse muy vivo, un suicidio que formara parte de la vida y no de la muerte”, cuenta el personaje, pues si se esperaba hasta estar enfermo, su cuerpo tomaría el mando y las células siempre se empeñan ferozmente en vivir.
De pronto Rosa Montero se basó en el escritor Sándor Márai para crear ese personaje. El escritor húngaro cuenta en sus diarios que no quería morir, pero que había dejado el revólver en el cajón de la mesita de noche para tenerlo a mano si llegaba el momento en el que quisiera acabar con su vida. Aunque cabía la posibilidad de que el final ocurriera de otra manera. “Todo es siempre de otra manera”, concluye.
En el libro sobre la muerte de Millás y Arsuaga, el paleontólogo le plantea al escritor lo siguiente: “No deberías preguntarte, pues, por qué nos morimos, sino por qué vivimos tanto.”
martes, 9 de abril de 2024
Paciente cero
Tomo un taxi.
A mitad de camino al conductor le entra una llamada, se pone unos audífonos y comienza a hablar con alguien.
“Me siento mal, ¿no le digo? Hace un rato iba en la 106 y me dio la pálida, tuve que orillarme en una bahía y descansar un rato”.
“Ni idea qué tengo. Me comenzó un dolor de cabeza y siento como si no hubiera dormido en una semana. ¿Qué qué hice? me tomé un naproxeno y descansé un rato, pero no sé que tengo. De un momento a otro me dio la pálida.
¿Y si es el paciente cero de un nuevo virus que va acabar con la raza humana?, me pregunto. Si se transmite por vía aérea probablemente ya ingresó a mi sistema. Decido no hablar para que el taxista tampoco lo haga y deje escapar una gotícula con carga viral. Abro la ventana con disimulo y siento como una corriente de aire invade el interior del carro. Espero que desaloje al virus.
“No sé hermano, Paula va a tener que venir a recoger el carro”, continúa hablando el taxista. “La verdad no sé qué hacer porque me hace falta levantar $100.000 para pagar el arriendo y con esta maluquera no puedo trabajar”.
Cuando llego a mi destino le preguntó cuánto le debo y dejó caer la plata en la palma de su mano. Miro su cara y siento algo de alivio, pues sus ojos no están inyectados con sangre y tampoco tiene espuma en la boca.
“Muchas gracias y que se mejore”, le digo. En verdad se lo deseo tanto a nivel de salud como económico, pues su voz cargaba mucha angustia.
Hasta el momento he estornudado un par de veces y nada más.
Los mantendré informados.
A mitad de camino al conductor le entra una llamada, se pone unos audífonos y comienza a hablar con alguien.
“Me siento mal, ¿no le digo? Hace un rato iba en la 106 y me dio la pálida, tuve que orillarme en una bahía y descansar un rato”.
“Ni idea qué tengo. Me comenzó un dolor de cabeza y siento como si no hubiera dormido en una semana. ¿Qué qué hice? me tomé un naproxeno y descansé un rato, pero no sé que tengo. De un momento a otro me dio la pálida.
¿Y si es el paciente cero de un nuevo virus que va acabar con la raza humana?, me pregunto. Si se transmite por vía aérea probablemente ya ingresó a mi sistema. Decido no hablar para que el taxista tampoco lo haga y deje escapar una gotícula con carga viral. Abro la ventana con disimulo y siento como una corriente de aire invade el interior del carro. Espero que desaloje al virus.
“No sé hermano, Paula va a tener que venir a recoger el carro”, continúa hablando el taxista. “La verdad no sé qué hacer porque me hace falta levantar $100.000 para pagar el arriendo y con esta maluquera no puedo trabajar”.
Cuando llego a mi destino le preguntó cuánto le debo y dejó caer la plata en la palma de su mano. Miro su cara y siento algo de alivio, pues sus ojos no están inyectados con sangre y tampoco tiene espuma en la boca.
“Muchas gracias y que se mejore”, le digo. En verdad se lo deseo tanto a nivel de salud como económico, pues su voz cargaba mucha angustia.
Hasta el momento he estornudado un par de veces y nada más.
Los mantendré informados.
lunes, 8 de abril de 2024
Parábola del día
Recuerdo que todos los días en el colegio, antes de iniciar clase, leíamos un versículo de la biblia. Era una actividad aburridora a la que no le prestaba mucha atención. Solamente lo hacía en caso de que me tocara el turno de hacer la petición del día. Nunca nadie tenía idea qué pedir. Un día, a alguien se le ocurrió pedir por la paz del mundo y de ahí en adelante todos los días se pedía de forma solemne: Por la paz del mundo. En ese entonces, creo, el mundo no estaba tan jodido como ahora, lo que quiere decir que nuestra petición nunca fue escuchada.
En las últimas semanas no he leído versículos de la biblia todos los días, pero si articuentos de Millás. Si uno se fija bien, a las columnas del escritor español les aplica la definición de parábola: "Narración de un suceso fingido del que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral".
El de hoy trataba de una sala de redacción de una revista en la que le encargaban al narrador, escribir un artículo sobre mujeres cojas. Este dice que prefiere escribir uno sobre mancos y cuenta que tiene un amigo en esas condiciones, que es un tenista frustrado.
Al final el jefe de redacción lo obliga a escribir sobre mujeres cojas, alegando que él y el director son quienes deciden el contenido de la revista.
Al final del día, el hombre llega a casa desilusionado y hojeando la sección de contactos sexuales ve un anuncio de una mujer que dice lo siguiente: Madurita viciosa y coja, domicilio y hotel. Llámame y voy corriendo.
Al final, cuando la mujer llega a su apartamento, le confiesa que es una coja falsa porque a los hombres les excita mucho esa minusvalía. Así que ese, cojas falsas, es el tema que escoge para su artículo.
Me ha parecido revitalizante eso de leer un Articuento cada día. Lo mejor de todo es que no tengo que pensar en ninguna petición diaria aunque a veces, en secreto, pido por la paz del mundo, a ver si se arregla un poco que es algo nos vendría bien a todos, ¿acaso no?
En las últimas semanas no he leído versículos de la biblia todos los días, pero si articuentos de Millás. Si uno se fija bien, a las columnas del escritor español les aplica la definición de parábola: "Narración de un suceso fingido del que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral".
El de hoy trataba de una sala de redacción de una revista en la que le encargaban al narrador, escribir un artículo sobre mujeres cojas. Este dice que prefiere escribir uno sobre mancos y cuenta que tiene un amigo en esas condiciones, que es un tenista frustrado.
Al final el jefe de redacción lo obliga a escribir sobre mujeres cojas, alegando que él y el director son quienes deciden el contenido de la revista.
Al final del día, el hombre llega a casa desilusionado y hojeando la sección de contactos sexuales ve un anuncio de una mujer que dice lo siguiente: Madurita viciosa y coja, domicilio y hotel. Llámame y voy corriendo.
Al final, cuando la mujer llega a su apartamento, le confiesa que es una coja falsa porque a los hombres les excita mucho esa minusvalía. Así que ese, cojas falsas, es el tema que escoge para su artículo.
Me ha parecido revitalizante eso de leer un Articuento cada día. Lo mejor de todo es que no tengo que pensar en ninguna petición diaria aunque a veces, en secreto, pido por la paz del mundo, a ver si se arregla un poco que es algo nos vendría bien a todos, ¿acaso no?
“Dios no debería dar la vocación de tenista a alguien manco
como no debería dar pan al que no tiene hambre”.
- El mundo es portentoso -
viernes, 5 de abril de 2024
Amigos y soledad
Después de haber dado vueltas en un supermercado por un buen rato, por fin encuentro los productos que necesito llevar: arepas de Chócolo y sal.
Cuando llego a la caja me ubico en la fila y quedo justo al lado de un estante de libros. Quien sabe desde hace cuánto venden libros en los supermercados. La mayoría son de autoayuda, pero también veo algunos de ficción.
Está, por ejemplo, el poder del ahora. Recuerdo que hace muchos años mi hermana lo compró y alguna vez intenté leerlo, pero me aburrió porque me pareció muy críptico.
También está otro que no puede faltar en cualquier lugar donde vendan libros: Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. y justo debajo de ese está: Disfruta de tu soledad.
Imagino que alguien ubicó ambos libros de esa forma porque cree que en la vida hay dos tipos de personas. Los que quieren influir sobre los demás y ganar amigos y los que les gusta estar solos . Cada grupo se ira por uno de esos libros.
Ahora bien, supongo que ambos bandos viven intercambiando adeptos a cada rato. Imagine usted, querido lector, que alguien tiene toda la intención de ganar amigos, pero luego de leer el libro aplica mal sus enseñanzas y sigue solo, en tal caso esa persona bota el libro a la basura y compra el de la soledad para aprender a sobrellevarla, ¿acaso no?
O bien, un lobo solitario compra ese libro porque le molesta tener personas a su alrededor, pero después de un tiempo se cansa de estar solo y va a buscar el de los amigos.
El hombre que está delante mío en la fila hojea ambos, pero no lleva ninguno. De pronto ya tiene suficientes amigos o en su soledad no hay cabida para libros.
Todo son preguntas.
Cuando llego a la caja me ubico en la fila y quedo justo al lado de un estante de libros. Quien sabe desde hace cuánto venden libros en los supermercados. La mayoría son de autoayuda, pero también veo algunos de ficción.
Está, por ejemplo, el poder del ahora. Recuerdo que hace muchos años mi hermana lo compró y alguna vez intenté leerlo, pero me aburrió porque me pareció muy críptico.
También está otro que no puede faltar en cualquier lugar donde vendan libros: Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. y justo debajo de ese está: Disfruta de tu soledad.
Imagino que alguien ubicó ambos libros de esa forma porque cree que en la vida hay dos tipos de personas. Los que quieren influir sobre los demás y ganar amigos y los que les gusta estar solos . Cada grupo se ira por uno de esos libros.
Ahora bien, supongo que ambos bandos viven intercambiando adeptos a cada rato. Imagine usted, querido lector, que alguien tiene toda la intención de ganar amigos, pero luego de leer el libro aplica mal sus enseñanzas y sigue solo, en tal caso esa persona bota el libro a la basura y compra el de la soledad para aprender a sobrellevarla, ¿acaso no?
O bien, un lobo solitario compra ese libro porque le molesta tener personas a su alrededor, pero después de un tiempo se cansa de estar solo y va a buscar el de los amigos.
El hombre que está delante mío en la fila hojea ambos, pero no lleva ninguno. De pronto ya tiene suficientes amigos o en su soledad no hay cabida para libros.
Todo son preguntas.
jueves, 4 de abril de 2024
Shit just happens
Vuelvo al mismo tema trillado de siempre cuando no tengo idea sobre qué escribir, qué precisamente en eso mismo: no saber qué escribir. ¿Pero qué se le va a hacer? uno tiene derecho a repetirse ¿acaso no?
Podría haberme sentado hace dos horas a ver qué se me ocurría, pero en vez de eso decidí zamparme dos capítulos de una serie. El tiempo nunca alcanza. Ahora escribo esto, y al tiempo estoy pensando qué voy a leer cuando me meta a la cama. De pronto no debería echarle la culpa a la falta de tiempo, sino a intentar apretujar tantas actividades cuando el día se acerca su fin, en fin.
Ahora parece que se me acabó la gasolina narrativa, porque llevo unos minutos intentando comenzar este párrafo. Para seguir de largo voy a hablar de Orange is the new black, la serie que estoy viendo. Sí, sé que es vieja y todo, pero me enganché con ella y ya está, y como ya están todas las temporadas, me la estoy inyectando, temporada tras temporada, directo a la vena . Esa creo, es la única opción de ver series de mil temporadas. Así hice con Breaking Bad, después de que una prima me secó con la cantaleta de que me la tenía que ver porque era la mejor serie del universo.
Hablando de Orange, hubo una escena en particular de la primera temporada que me llamó la atención. Chapman, la protagonista por si no han visto la serie, está en prisión y habla a otras reclusas sobre The road not taken, el célebre poema de Robert Frost.
Chapman opina que la frase muy bonita y todo, pero que la gente le da el significado que no es. Dice que la mayoría piensa que hace alusión a tratar de separarse de la manada, para seguir un llamado o vocación. Luego dice que si uno se fija bien los dos caminos que menciona Frost son idénticos y él selecciona uno de ellos al azar, y que luego, en una comida, le cuenta a las personas que tomó el camino menos transitado, pero que simplemente está mintiendo.
La cerebrito de Chapman o College, como le dice otra reclusa, dice que la gente piensa que el poema intenta mostrar que las decisiones tomadas tiempo atrás importaron para estar donde estamos hoy, pero que en realidad las cosas simplemente pasan, Shit just happens, concluye Chapman, es decir que las cosas pasan porque sí y no tienen un significado especial ni profundo.
Para quejas y reclamos, por favor comunicarse con los libretistas de esa serie, gracias.
Podría haberme sentado hace dos horas a ver qué se me ocurría, pero en vez de eso decidí zamparme dos capítulos de una serie. El tiempo nunca alcanza. Ahora escribo esto, y al tiempo estoy pensando qué voy a leer cuando me meta a la cama. De pronto no debería echarle la culpa a la falta de tiempo, sino a intentar apretujar tantas actividades cuando el día se acerca su fin, en fin.
Ahora parece que se me acabó la gasolina narrativa, porque llevo unos minutos intentando comenzar este párrafo. Para seguir de largo voy a hablar de Orange is the new black, la serie que estoy viendo. Sí, sé que es vieja y todo, pero me enganché con ella y ya está, y como ya están todas las temporadas, me la estoy inyectando, temporada tras temporada, directo a la vena . Esa creo, es la única opción de ver series de mil temporadas. Así hice con Breaking Bad, después de que una prima me secó con la cantaleta de que me la tenía que ver porque era la mejor serie del universo.
Hablando de Orange, hubo una escena en particular de la primera temporada que me llamó la atención. Chapman, la protagonista por si no han visto la serie, está en prisión y habla a otras reclusas sobre The road not taken, el célebre poema de Robert Frost.
Two roads diverged in a wood and I—I took the one less
traveled by,And that has made all the difference.
Chapman opina que la frase muy bonita y todo, pero que la gente le da el significado que no es. Dice que la mayoría piensa que hace alusión a tratar de separarse de la manada, para seguir un llamado o vocación. Luego dice que si uno se fija bien los dos caminos que menciona Frost son idénticos y él selecciona uno de ellos al azar, y que luego, en una comida, le cuenta a las personas que tomó el camino menos transitado, pero que simplemente está mintiendo.
La cerebrito de Chapman o College, como le dice otra reclusa, dice que la gente piensa que el poema intenta mostrar que las decisiones tomadas tiempo atrás importaron para estar donde estamos hoy, pero que en realidad las cosas simplemente pasan, Shit just happens, concluye Chapman, es decir que las cosas pasan porque sí y no tienen un significado especial ni profundo.
Para quejas y reclamos, por favor comunicarse con los libretistas de esa serie, gracias.
miércoles, 3 de abril de 2024
La mujer de la foto
Esa noche, la segunda de nuestra luna de miel, llegamos muy cansados al hotel, después de haber caminado todo el día por la ciudad visitando sus sitios icónicos: el museo Louvre, la torre Eiffel, el Palacio de Versalles, y otro par más. La verdad, de todo el día, el lugar que más me gustó fue ese cafecito de barrio en la Rue Saint-Rustique. Muchas veces esos lugares que pasan inadvertidos para la mayoría de personas, resultan ser los mejores.
Ya en la habitación del hotel, mientras Ángela tomaba una ducha, me tumbé en la cama y me puse a revisar las fotos que habíamos tomado ese día: Ángela y yo, Angela con la torre Eiffel a sus espaldas, un par de selfies solos y otras donde salíamos los dos abrazados o besándonos. Las fotos de un viaje en pareja al final resultan zonzas y redundantes. Ahí estaba, concentrado y pulsando el botón de adelantar con mi pulgar derecho, cuando llegué a la foto donde Juliette aparecía en segundo plano. Se la había tomado a Ángela mientras alzaba los brazos en forma de V. Ahí detrás estaba ella, Julliete, con su pelo rubio largo y liso, su cara de facciones angulosas, y una minifalda roja que dejaba ver sus largas piernas. Sonreía, no sé por qué o a quién. Quedé como hipnotizado durante un par de segundos , hasta que oí a Angela salir del baño y preguntarme: “Cariño, ¿por qué tan concentrado?"
Estaba envuelta en una toalla roja, y una blanca hacía sus veces de turbante. Seguro había dejado en el baño una azul que no tenía forma de poner en su cuerpo.
Los nervios me jugaron una mala pasada y sentí como mi cara hervía. Apagué la cámara y la puse en la mesa de noche. Luego la tome de la cintura y la atraje hacía mí para estamparle un beso. En ese instante ya sabía que todo se había ido a la mierda y que no iba a descansar hasta encontrar a la mujer de la foto.
Ya en la habitación del hotel, mientras Ángela tomaba una ducha, me tumbé en la cama y me puse a revisar las fotos que habíamos tomado ese día: Ángela y yo, Angela con la torre Eiffel a sus espaldas, un par de selfies solos y otras donde salíamos los dos abrazados o besándonos. Las fotos de un viaje en pareja al final resultan zonzas y redundantes. Ahí estaba, concentrado y pulsando el botón de adelantar con mi pulgar derecho, cuando llegué a la foto donde Juliette aparecía en segundo plano. Se la había tomado a Ángela mientras alzaba los brazos en forma de V. Ahí detrás estaba ella, Julliete, con su pelo rubio largo y liso, su cara de facciones angulosas, y una minifalda roja que dejaba ver sus largas piernas. Sonreía, no sé por qué o a quién. Quedé como hipnotizado durante un par de segundos , hasta que oí a Angela salir del baño y preguntarme: “Cariño, ¿por qué tan concentrado?"
Estaba envuelta en una toalla roja, y una blanca hacía sus veces de turbante. Seguro había dejado en el baño una azul que no tenía forma de poner en su cuerpo.
Los nervios me jugaron una mala pasada y sentí como mi cara hervía. Apagué la cámara y la puse en la mesa de noche. Luego la tome de la cintura y la atraje hacía mí para estamparle un beso. En ese instante ya sabía que todo se había ido a la mierda y que no iba a descansar hasta encontrar a la mujer de la foto.
martes, 2 de abril de 2024
Escritor de mentiras
Estoy en el lanzamiento de un libro. Había quedado de asistir con un amigo, pero se le presentó un inconveniente y no pudo asistir al evento. Como ya me había programado decidí ir solo.
Apenas llego al lugar un mesero, con paso apresurado, pasa por mi lado con una bandeja repleta de copas de vino.
“Señor”, le digo. El hombre frena en seco y baja la bandeja de encima de su cabeza. No sé cómo hace para que ninguna se le derrame.
Sin mediar palabra tomo una copa. Apenas lo hago el mesero comienza a caminar con el mismo paso decidido que llevaba antes.
Decido salir a la terraza del lugar.
A los pocos minutos de estar allá una mujer bajita, de pelo negro con mechones grises, se acerca y me pregunta si tengo un encendedor. Le digo que no fumo, pero igual se queda a mi lado y comienza a hablar.
Se llama Sofía y me cuenta que es escritora. Le pregunto sobre qué escribe y me dice que le gusta la fantasía. Le cuento que a mi también me gusta escribir y me dice: “Veo, ¿y a qué edad empezaste a escribir de verdad?"
No sé qué gesto hago o cuál es la lectura que ella hace de mi lenguaje corporal, porque al instante concluye: “quiero decir, ¿a qué edad publicaste tu primer libro?”
Como no he publicado ninguno no sé qué responderle. imagino que decir “soy escritor(a)” es fácil, pues no hay forma de negar esa afirmación. Cada quién va por la vida diciendo qué es o cree ser y ya está, ¿acaso no?
En medio de mis pensamientos Sofía vuelve a quebrar el silencio: “Yo comencé a los 23 cuando publiqué mi primer libro".
Tal vez lo que sucede con la escritura es que muchas personas que la practican no se preocupan por perfeccionar su arte, sino que simplemente quieren ser escritores.
Sonrió para ganar tiempo e inventar cualquier respuesta, pero como ninguna llega a mi cabeza, le doy un sorbo a la copa de vino y permanezco callado. Luego bajó la mirada y me pongo a mirar sus zapatos, unas botas rojas, y los míos. Algo me dice que lo mejor es permanecer callado y por eso debo evitar el contacto visual. Cuando ya me resulta imposible hacerlo, porque sé que Sofía espera que le diga algo, subo la mirada y sonrió de nuevo. La sonrisa como escudo.
Justo cuando voy a abrir la boca para decir quién sabe qué, Sofía se da cuenta de que alguien acaba de llegar y se excusa conmigo para ir a saludar al recién llegado.
Ahí, solo de nuevo, me pongo a repasar la breve conversación que tuve con Sofía. Imagino que el concepto Escribir de verdad, está ligado a publicar un libro. Si a alguien le gusta escribir, como es mi caso, pero no ha publicado ninguno, ya sea de autoayuda, ficción, ensayo o incluso un libro de cocina ¿Cómo se atreve a llamarse escritor?
En ese orden de ideas, Existen dos tipos de escritores: los de verdad y los de mentiras. Sofía y quienes hayan publicado un libro, pertenecen a los del primer grupo, y quienes no hayan publicado ninguno al segundo.
Probablemente Sofía se fue a conversar con un escritor verdadero, porque ¿quién querría perder tiempo con uno de mentiras?
Apenas llego al lugar un mesero, con paso apresurado, pasa por mi lado con una bandeja repleta de copas de vino.
“Señor”, le digo. El hombre frena en seco y baja la bandeja de encima de su cabeza. No sé cómo hace para que ninguna se le derrame.
Sin mediar palabra tomo una copa. Apenas lo hago el mesero comienza a caminar con el mismo paso decidido que llevaba antes.
Decido salir a la terraza del lugar.
A los pocos minutos de estar allá una mujer bajita, de pelo negro con mechones grises, se acerca y me pregunta si tengo un encendedor. Le digo que no fumo, pero igual se queda a mi lado y comienza a hablar.
Se llama Sofía y me cuenta que es escritora. Le pregunto sobre qué escribe y me dice que le gusta la fantasía. Le cuento que a mi también me gusta escribir y me dice: “Veo, ¿y a qué edad empezaste a escribir de verdad?"
No sé qué gesto hago o cuál es la lectura que ella hace de mi lenguaje corporal, porque al instante concluye: “quiero decir, ¿a qué edad publicaste tu primer libro?”
Como no he publicado ninguno no sé qué responderle. imagino que decir “soy escritor(a)” es fácil, pues no hay forma de negar esa afirmación. Cada quién va por la vida diciendo qué es o cree ser y ya está, ¿acaso no?
En medio de mis pensamientos Sofía vuelve a quebrar el silencio: “Yo comencé a los 23 cuando publiqué mi primer libro".
Tal vez lo que sucede con la escritura es que muchas personas que la practican no se preocupan por perfeccionar su arte, sino que simplemente quieren ser escritores.
Sonrió para ganar tiempo e inventar cualquier respuesta, pero como ninguna llega a mi cabeza, le doy un sorbo a la copa de vino y permanezco callado. Luego bajó la mirada y me pongo a mirar sus zapatos, unas botas rojas, y los míos. Algo me dice que lo mejor es permanecer callado y por eso debo evitar el contacto visual. Cuando ya me resulta imposible hacerlo, porque sé que Sofía espera que le diga algo, subo la mirada y sonrió de nuevo. La sonrisa como escudo.
Justo cuando voy a abrir la boca para decir quién sabe qué, Sofía se da cuenta de que alguien acaba de llegar y se excusa conmigo para ir a saludar al recién llegado.
Ahí, solo de nuevo, me pongo a repasar la breve conversación que tuve con Sofía. Imagino que el concepto Escribir de verdad, está ligado a publicar un libro. Si a alguien le gusta escribir, como es mi caso, pero no ha publicado ninguno, ya sea de autoayuda, ficción, ensayo o incluso un libro de cocina ¿Cómo se atreve a llamarse escritor?
En ese orden de ideas, Existen dos tipos de escritores: los de verdad y los de mentiras. Sofía y quienes hayan publicado un libro, pertenecen a los del primer grupo, y quienes no hayan publicado ninguno al segundo.
Probablemente Sofía se fue a conversar con un escritor verdadero, porque ¿quién querría perder tiempo con uno de mentiras?
lunes, 1 de abril de 2024
Pensamientos en la madrugada
Lunes, 1 de la mañana.
Se acabó la semana santa y en menos de 4 horas debo despertarme para volver a la ciudad. Apagó la lámpara, acomodo las almohadas, me arropo con las cobijas y cierro los ojos.
Después de un par de minutos me doy cuenta de que no tengo sueño, pero no me queda más que cerrar los ojos e intentar dormir. Cuando veo que no llega, volteo el cuerpo para un lado y luego para el otro a ver si su ausencia tiene que ver con la posición de mi cuerpo, pero nada, sigo en las mismas. Escucho los ladridos lejanos de un perro que, asumo, no puede dormir, o alerta a sus dueños sobre un peligro. De un momento a otro ya no escucho nada y me pregunto si me imaginé ese sonido. En la madrugada la cabeza inventa mucho ruidos o amplifica algunos.
Envidio a mis hermanos que apenas ponen la cabeza en la almohada caen en un sueño profundo. Yo siempre pienso en cualquier tema, no necesariamente trascendental, pero siempre me distraigo con cualquier pensamiento.
No sé cuánto tiempo pasa, estimo que unos 40 minutos y ahí sigo dando vueltas sin lograr dormir. La cabeza, mi consciencia o bien las dos, me plantean una pregunta abierta sobre el futuro: ¿cómo será? Les respondo que ahorita no quiero pensar en eso, que debo dormir porque tengo pocas horas de sueño.
insisten, así que me distraigo con la pregunta, ¿Cómo será? ¿Qué vendrá a mi vida en un futuro cercano o lejano? Como no logro responder las preguntas siento un poco de angustia, así que decido concentrarme en mi respiración a ver si dejo de pensar pendejadas en la madrugada.
Al poco rato, eso creo, suena la alarma y siento que no dormí más de quince minutos. Recuerdo la pregunta: ¿qué vendrá?, pero no le pongo atención, y cuando entro a la ducha el agua termina de llevársela.
Se acabó la semana santa y en menos de 4 horas debo despertarme para volver a la ciudad. Apagó la lámpara, acomodo las almohadas, me arropo con las cobijas y cierro los ojos.
Después de un par de minutos me doy cuenta de que no tengo sueño, pero no me queda más que cerrar los ojos e intentar dormir. Cuando veo que no llega, volteo el cuerpo para un lado y luego para el otro a ver si su ausencia tiene que ver con la posición de mi cuerpo, pero nada, sigo en las mismas. Escucho los ladridos lejanos de un perro que, asumo, no puede dormir, o alerta a sus dueños sobre un peligro. De un momento a otro ya no escucho nada y me pregunto si me imaginé ese sonido. En la madrugada la cabeza inventa mucho ruidos o amplifica algunos.
Envidio a mis hermanos que apenas ponen la cabeza en la almohada caen en un sueño profundo. Yo siempre pienso en cualquier tema, no necesariamente trascendental, pero siempre me distraigo con cualquier pensamiento.
No sé cuánto tiempo pasa, estimo que unos 40 minutos y ahí sigo dando vueltas sin lograr dormir. La cabeza, mi consciencia o bien las dos, me plantean una pregunta abierta sobre el futuro: ¿cómo será? Les respondo que ahorita no quiero pensar en eso, que debo dormir porque tengo pocas horas de sueño.
insisten, así que me distraigo con la pregunta, ¿Cómo será? ¿Qué vendrá a mi vida en un futuro cercano o lejano? Como no logro responder las preguntas siento un poco de angustia, así que decido concentrarme en mi respiración a ver si dejo de pensar pendejadas en la madrugada.
Al poco rato, eso creo, suena la alarma y siento que no dormí más de quince minutos. Recuerdo la pregunta: ¿qué vendrá?, pero no le pongo atención, y cuando entro a la ducha el agua termina de llevársela.
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