lunes, 4 de agosto de 2025

Un mal lector

Arveláez clava la punta de las tijeras en la cinta que une las tapas de la caja y la rasga de un lado a otro. Por fin abre la caja de libros que tenía olvidada olvidada en un rincón desde su último trasteo.

Comienza a poner los libros encima de la cama y, a medida que lo hace, recuerda si el libro que tiene en las manos le gustó o no.

La mayoría son libros comunes y corrientes, pero se encuentra con tres que han sido aclamados por la crítica. Uno de ellos es un pequeño ejemplar de Pedro Páramo. Le tenía mucha expectativa a la lectura de ese libro, pero cuando por fin se decidió a leerlo sintió que no lo disfrutó, o bien que no lo entendió. Al final lo terminó por pura inercia lectora y no lo comentó con nadie. “De pronto soy un mal lector”, pensó en esa ocasión. Tiempo después vio un video del autor donde decía que su generación no lo había entendido y que como mínimo su novela necesita tres lecturas para ser entendida.

Arveláez no cree que le vaya a dar otra oportunidad a ese libro. De pronto, piensa, algún día se anime a leerlo de nuevo y entienda lo que se está perdiendo.


Otro libro que saca de la caja es 2666, la novela de Bolaño, un autor que conoció gracias a Laura, un viejo amor que le sabe a sushi y cerveza. Un día, en una de sus citas en un pub, ella le preguntó si había leído al chileno, y cuando se enteró de que no, le dijo: “te recomiendo los detectives salvajes.

A la semana siguiente quedaron de verse y antes de la cita Arveláez pasó por una librería, preguntó el libro, pero le dijeron que de ese autor solo tenían 2666. Lo compró a la ciega y llegó a la cita con el libro aún en la bolsa.. Cuando se lo mostró, ella torció la cara y le dijo: “No sé. Ese no me lo he leído. Ni idea cómo es”. Nunca lo pudieron discutir porque al poco tiempo dejaron de salir.

El último libro que saca de la caja es El pendulo de focault de Umberto Eco, y este es el que lo hace sentir más inquieto, pues de los tres fue el único que no terminó de leer. Se lo recomendó Nicolas, un amigo de un amigo, y le juró que se lo tenía que leer sí o sí, porque Eco era brillante, pero tanto nombre, tanto italiano, tanto francés, tanta nota al pie, lo agotó.

Sea como sea, eran otros tiempos y se empeñaba en terminar cada libro que empezaba

Ahora es diferente. Ahora, libro que no lo agarre en las primeras 100 páginas, libro que abandona sin ningún remordimiento.

No hay comentarios: