miércoles, 31 de mayo de 2017

Se le fue la paloma

Su día de trabajo transcurre lento pero si contratiempo alguno. En un momento de esparcimiento mental, aburrido de revisar un tema por más de 40 minutos, decide buscar algo en internet, pero entre el momento en que se le aparece la idea y lo que demora en abrir la nueva ventana del explorador, olvida por completo que era lo que quería buscar con tanta urgencia.

Se siente ligeramente tarado. "¿Como es posible que hace tan solo un momento sabía exactamente qué era lo que quería buscar y ahora su mente es un espacio en blanco?" se pregunta.  Por más de que trata buscar en los rincones de su cabeza, no encuentra rastro alguno de la idea que tuvo, y acude a la frase de cajón para esas ocasiones: "Se me fue la paloma".

Cree que las ideas, todas, tienen algo de palomas, animal que le parece algo estúpido por su manera de caminar y la forma en que mueve la cabeza de atrás hacia adelante o violentamente hacia los lados, como sin tener ni las más mínima idea sobre el lugar en el que aterrizaron  y mucho menos por qué llego a él; sumándole a esto lo entrometidas que son.

"Las ideas, como las palomas, aterrizan en nuestra cabeza y comienzan a picotear mentalmente nuestros pensamientos y/o existencia, y no nos dejan de molestar hasta que les prestamos algo de atención, o logramos ahuyentarlas con algo de voluntad", concluye.

Pero otras veces, fieles a su comportamiento errático, salen volando y quién sabe en que otra cabeza aterrizan.  De esas palomas que se nos escapan, que posiblemente tildamos de estúpida, banal o innecesaria, resulta imposible saber cuantas encuentran nido en otro cerebro que le saca todo el provecho posible, pues toda idea, bien intencionada, es válida.

martes, 30 de mayo de 2017

Retorno sobre la inversión

Camilo estaba desesperado por verla. Desde que Amanda había entrado a trabajar en la compañía, sus fines de semana se le hacían eternos. “Amare” piensa, la raíz latina de ese nombre que entró a habitar en su cabeza desde hace algún tiempo y que significa “para amar” y es que “¿cómo no hacerlo?” se pregunta.


Apenas la ve ese lunes, camino a su cubículo y con una taza de tinto entre sus manos, se queda mirándola hasta que ella, por ese extraño poder que poseen las personas de saber que alguien las observa, se voltea, le sostiene la mirada y luego le sonríe.

“¿Qué me quiso decir con esa sonrisa?” se pregunta Camilo el resto del día, lo que desencadena una seguidilla de preguntas que, tratadas de buena manera, permitirían escribir un libro titulado “El lenguaje corporal y la autosugestión”. “Es muy probable que ya exista con tanto experto que anda suelto por ahí” piensa. Media hora antes de acabar la jornada y en un arrebato de emoción, decide enviarle un mensaje por el sistema de mensajería interna de la empresa.

Ahora con ella al frente, y unos vasos de capuchino en las manos de ambos, el inofensivo plan de “tomar algo”, fue la excusa perfecta para supuestamente hablar sobre un proyecto de trabajo. Camilo está atento a cualquier señal que le dé luz verde para desviar el rumbo de la conversación hacia los agitados mares de las relaciones humanas.

En un momento de su charla Amanda se toca el pelo. Camilo no recuerda dónde leyó que esa es una señal inequívoca de gusto de una mujer hacia su interlocutor. Pasado el gesto duda sobre si lo acaricio, jugo con él, o simplemente lo tocó en un acto reflejo, desprovisto de cualquier tipo de significado.

“¿Y entonces que piensas sobre el ROI de este proyecto?, la verdad me tiene preocupada.”

Camilo responde cualquier cosa para tranquilizarla y darse cierto aire de importancia, mientras hace cálculos de cuanto tiempo, ganas y recursos piensa invertir en su nuevo proyecto sentimental.

lunes, 29 de mayo de 2017

Mentiras

La semana pasada, al momento de comprar un pan Baguette, le pregunté, a quien al parecer era el panadero: un hombre con delantal y gorro blanco , que si el producto estaba  fresco.

"Claro" respondió mientras sonreía.  Su gesto me pareció totalmente confiable, y como estaba de afán no apliqué mi prueba de frescura cuando compro pan: presionarlo, por encima de la bolsa, entre el pulgar y el indice para comprobar que esté blando.

Al día siguiente comprobé que el pan era una piedra, que más o menos logre mejorar con una vieja técnica, que no recuerdo donde aprendí, en la que se le echa agua por encima y se calienta un poco en el microondas.

 ¿Por qué me mintió ese hombre? Quizás era el carnicero y simplemente lo confundí; igual no es un asunto de vida o muerte, pero creo que todos somos capaces de mentir con esa facilidad sobre cualquier tema, independiente de la gravedad del asunto.

Lo complicado es que empezamos mintiendo estupideces; cada una le da fuerza a la siguiente y  relaja nuestra actitud, hasta que vemos como una de nuestras mentiras, como avalancha, quién sabe a cuantos hunde y/o arrastra, mientras nosotros hacemos equilibrio en la orilla.

sábado, 27 de mayo de 2017

Las reminiscencias

Escribo esto en la madrugada. Se siente tarde, pero es temprano. Siempre he creído que es un momento del día que tiene sus ventajas. Es agradable, por ejemplo, solo escuchar, aparte del ventilador del portátil, que trabaja incansable, el ruido de unos cuantos carros que transitan por las solitarias calles de la ciudad.

Ayer, que pareciese que fuera hoy por aquello de la madrugada estimado lector, tocó las puertas de mi cabeza el plural de la palabra reminiscencia. Es una palabra bonita, sonora. Por ejemplo compárela con “tabla”, si existiera tal cosa como un concurso de belleza para las palabras, reminiscencia sería una fuerte candidata. 

Le decía entonces que se presentó ante mi como “Reminiscencias”, y consideré apropiado anteponerle “las”, para terminar de redondear su elegancia. Suponiendo que logré el cometido, me aventuro, en este instante, a buscar qué es esa otra palabra y lo que me encuentro es lo siguiente: "cuando es antepuesta a un sustantivo o a un sintagma nominal, forma una expresión definida de referente consabido”. 

Leo eso varias veces y no tengo puñetera idea de qué es un sintagma nominal. Tomo la vía fácil y dictamino que los de la RAE a veces se la fuman verde, pero los envidio un poco; como me gustaría entender todos esos vericuetos del idioma materno, en fin, sigamos con las reminiscencias.

Llegó a mí esa palabra que curiosamente tiene como definición: “Recuerdo vago e impreciso”. Pienso entonces, que se me presentó en todo su esplendor, tanto como palabra, como significado; plena podría decirse.

En ese momento, pensé que me gustaría escribir una novela con ese título, “Las reminiscencias” que seguro existe en algún lugar de mi cerebro, pero no todavía no se ha gestado de la manera correcta, para engendrar una historia. Está por ahí incubándose de manera positiva dentro de mi organismo.

Escribirla sería desgastante porque su trama, de inicio a fin, no podría traicionar el carácter lírico de su título, que evoca poesía. Quizá en el punto de partida, la exposición, podríamos tener como personaje principal a un escritor, al que de repente se le comienzan a aparecer palabras que demandan su atención, qué se yo, digamos que son cinco las palabras que, en forma de reminiscencias, le llegan a diario a su cabeza. Pero son palabras distantes que, al parecer, no tienen nada que ver una con la otra. Su trabajo entonces consistirá en comenzar a conectarlas y darles sentido. 

Así trascurren un par de años, hasta que llega un día en que al escritor no se le aparecen más palabras de esa manera tan peculiar, lo cual no es otro indicio de que debe empezar con la edición de lo que lleva escrito de “Las Reminiscencias”, su obra prima,lo que le lleva otro buen tiempo.

jueves, 25 de mayo de 2017

Pan de $100

Dejó su casa antes de cumplir 10  años, cansado de las golpizas de su padre, un borrachín consumado; sus opciones eran matarlo o largarse.

Cinco años después de abandonar su hogar luce irreconocible. Su pelo parece una maraña de alambres enredados y casi siempre lleva una mirada triste, acompañada por las típicas manchas de suciedad de las personas que habitan en la calle.

Hace rato lo dejaron de llamar Camilo; ahora todos lo conocen como “Pan de $100”, desde la vez que asaltó una panadería y mientras el resto del grupo intentaba abrir la caja registradora, el llenaba de pan una bolsa tras otra.  ¿Para qué carajos querían el dinero con esa hambre infinita que todos llevaban? pensó en esa ocasión.

Hoy despertó con un  hambre similar y mucha rabia. ¿Por qué le tocó vivir semejante vida tan perra? Se pregunta. Quiere comprar algo de comida pero revisa sus bolsillos y están completamente vacíos. Un amigo con el que comparte un cambuche de cartones, periódicos y cobijas llenas de pulgas,  le ofrece un porro, pero Pan de $100 lo rechaza; sabe que fumar  marihuana sólo aumentaría su apetito.

Un bus frena para recoger unos pasajeros y Pan de $100 corre a encaramarse por la puerta de atrás. El bus lleva muy pocas personas, pero de igual forma pide disculpas por las molestias que pueda estar causando y luego anuncia que va a cantar una canción, una ranchera, y se llena de aire los pulmones, mientras saca pecho.

Comienza a gritar sin ningún tipo de afinación, y como sólo se sabe el coro y una estrofa. que repite dos veces, su acto acabo pronto. termina la canción en la parte de atrás del bus y se devuelve hasta el puesto del conductor para comenzar a recolectar el dinero.  Estira su mano derecha a lado y lado, mientras pasa filas, pero ninguno de los pasajeros, igual de fríos que la mañana, le da algo.

“Cabrones” piensa. Llega a la parte de atrás del bus, timbra de mala gana y cuando se abre la puerta, con el pie que se abalanzó hacia adelante que está  a punto de tocar el andén y el otro, que abandona el escalón del bus, grita fuerte y claro:

“Por eso es que hay que robarlos hijueputas”.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Estrellarse

Antonella 

Va en bicicleta por un andén. Sabe que no debería hacerlo pues puede incomodar a los peatones que lo transitan a pie, pero considera que si lo hace despacio y con cuidado no molestará a nadie; además mucho mejor desplazarse lento hasta dar con la calle que la conducirá a la ciclorruta, que exponer su vida andando por la vía de los carros. Y pues, ¿quién necesita más velocidad aparte de esa que la vida se encarga de ponernos encima?

Carlos 

Es imposible tener conocimiento de la cantidad de variables y acontecimientos que tuvieron que darse y ocurrir en determinado momento del tiempo para que Carlos también transite por el mismo Andén de Antonella, a la misma hora, en la misma ciudad y época.

Tiene mucho mal genio. No sabemos por qué. Quizá discutió con un amigo, qué se yo, digamos que alguien lo tildó de chismoso de buenas a primeras, mientras que si algo tiene claro Carlos, es que se irá a la tumba con los secretos que le confíen amigos, conocidos y desconocidos. 

Levanta la vista y ve a una mujer zigzagueando en bicicleta y que está a unos cincuenta metros “¿Por qué transita por el andén la bruta?” se pregunta, pero al instante, la letra y melodía de la canción que escucha en ese momento lo atrapan y le brindan calma por unos segundos.

Camina distraído hasta que se encuentra de frente con Antonella, da un paso a la derecha y ella lleva la bicicleta hacia el mismo lado, da otro hacia la izquierda pero la mujer ahora manda el timonazo para ese lado. Sabe que la está incomodando y que ella no tiene la culpa de su rabia contra el universo.

Cuando Carlos nuevamente se inclina hacia la derecha, pone fin al baile y se recuesta sobre una camioneta que esta aparcada en la acera. En medio de su ira lamenta haber complicado a la mujer, que ahora lucha por mantener el equilibrio. Levanta la mirada y le dice “Lo siento”. Al hacer contacto visual con Antonella, piensa que esta le va hacer un gesto despectivo, que lo va a mirar con cara de “Pobre idiota” pero no, ella le devuelve una de las sonrisas más hermosas que ha visto en toda su vida.

martes, 23 de mayo de 2017

Pareja

Marina y Josesito llevan 60 años de casados. Todas las tardes cuando los últimos rayos caen sobre la ciudad, salen a caminar.  Lo hacen despacio, como en cámara lenta, el corazón de Josesito, con dos infartos encima, ya no aguanta otro tipo de velocidad.  Marina, un par de años menor que él, podría caminar mucho más rápido, pero no tiene problema alguno en agarrarse de gancho al hombre de su vida y adoptar su ritmo lento pero decidido.

Hoy, como siempre, apenas llegan al café  todo el personal del lugar los saluda afectuosamente y uno de los meseros los hace seguir a la mesa que siempre ocupan, ubicada en un rincón con poca luz, que ya tienen preparada. Sobre esta reposa una vela encendida, y un florero con una rosa roja, detalle que Josesito creer pedir en secreto, pues sabe lo mucho que le encantan a su esposa, pero del cual ella siempre se entera ante la poca habilidad de secretismo de su esposo.

Hace mucho frio y después de hojear la carta por encima, josesito se decide por una taza de chocolate caliente acompañada de un rollo de canela.  Marina quien todavía no sabe que pedir al momento en que el mesero les va a tomar la orden, decide no complicarse y realiza el mismo pedido de su esposo, pero cambia la bebida por un café "muy caliente joven, por favor" le dice al mesero.

Al rato llega el pedido y la pareja sonríe.  Sus ojos, que solo reflejan emoción, saltan de las bebidas a la comida y viceversa, hasta que Josesito no se aguanta las ganas y parte un trozo del rollo con las manos y se lo mete a la boca.  Al instante lo marida con un sorbo prolongado de su chocolate.

Marina también levanta su taza y cierra los ojos mientras le da un sorbo a su café "Hoy si que sabe rico" le dice a su esposo.  Por un tiempo se quedan callados, cada uno perdido en pensamientos que seguro tienen que ver con el otro.  Al final Josesito rompe el silencio y comienza a hablar sobre la venta de una casa que alguna vez tuvo "Esa vez ni siquiera me pidieron las escrituras" dice, para luego reír y seguir comiendo. 

lunes, 22 de mayo de 2017

Nefelibata

El otro día en un banco, mientras hacía fila para pagar un servicio, Camila Peralta se fijó por unos instantes en las imágenes que transmitía un televisor anclado a una pared. Por un instante creyó que solo se trataban de imágenes promocionales de la institución financiera, pero no. El banco, o más bien quienquiera que sea el encargado de programar las imágenes que deben pasar los televisores, en un arrebato de paladín del idioma español, decidió programar un segmento con significados de palabras.

Después de leer Nefelibata, Camila jugo con la palabra en su boca por un tiempo, la separo por sílabas, le cambio el acento, y al final dictaminó que le había gustado. Esa noche al llegar a su casa y prender su computador, lo primero que hizo fue buscar la definición en la RAE:

“Dicho de una persona: Soñadora, que no se apercibe de la realidad.”

Camila cumple con parte de la definición, es soñadora, pero “valiente gracia, soñar despiertos es una cualidad de cualquier ser humano” piensa. Lo realmente difícil es lograr desconectarse de la realidad pues, quién sabe por qué. deseamos vivir con los pies sobre la tierra, que todo lo que hagamos tenga sentido y que nadie nos tilde de locos.

Le gustaría poder desconectarse de la realidad fácilmente, sin la ayuda de sustancias que la lleven a los terrenos de la inconsciencia. Dejar toda la basura mental que producimos los humanos, en especial los chismes, que no existen, pero que a veces moldean nuestra realidad más que cualquier otra cosa, hasta adquirir el estatus de verdad, momento en el que todo se va al carajo.

De ser una nefelibata consumada, le gustaría estar en la capacidad de dosificar sus dosis de escape de la realidad; que cuando este aburrida o simplemente harta de una situación o una persona, logre desconectarse al instante sin ningún problema.

Al momento de acostarse cae en cuenta que lo que primero debería hacer, para entrar por completo en su tan anhelado modo de nefelibata, es definir que es real y que no, por lo menos para ella, pues está segura que cada persona le achaca un significado diferente a esa palabra tan inofensiva pero a la vez compleja.

sábado, 20 de mayo de 2017

¿Derecha o Izquierda?

Imagine que usted va caminando por ahí, por donde sea, bosque, ciudad, campo abierto, pero digamos que es un lugar que no conoce.  Usted sigue un camino claro y definido sobre el suelo, que se encuentra ahí, quizá, gracias a las miles de personas que lo han transitado antes.

Usted camina, pero no tiene muy claro hacia dónde va, pero eso no importa, pues la consigna es caminar.   ¿Que quién se la dio? no lo sabe, pero cuando las dudas lo asaltan una y otra vez, eso es lo que se repite mentalmente hasta el cansancio: "No importa", y sólo se concentra en lanzar un pie hacia adelante y al instante intentar alcanzarlo con el otro.

Está en esas cuando la vida, el destino, el universo, dios, el diablo o cualquier fuerza super poderosa en la que crea, decide joderlo,   ¿por qué? Porque en un momento su camino llega a un punto en el que se bifurca, pasa de ser una S, con una que otra curvita pronunciada, a una Y.

La consigna de caminar de hace un momento, aunque le traía algunas dudas era fácil de seguir, rutinaria y monótona pero fácil  ¿y ahora qué?  ¿Izquierda o derecha?.  ¿Cómo saber cuál es el indicado?

Hoy, Suponiendo que yo soy usted o que usted soy yo, me aventuraría a tomar el de la derecha,  ¿por qué? solo porque sí.  ¿A usted cuál lo jala más?

jueves, 18 de mayo de 2017

Al momento de mí muerte

La muerte siempre nos agarra con los calzones abajo. No hay manera de comprenderla.

Quiero escribir algo sobre la repentina muerte de Chris Cornell, pero no tengo idea qué. Ubico la carpeta de Soundgarden en mi mp3 y salgo a caminar a ver qué se me ocurre.

Apenas piso el andén le doy play al botón del aparatico, mientras pienso que escuchar las canciones de es el único homenaje que le puedo rendir a Cornell y su grupo.

La primera canción con la que me premia el Dios de la aleatoriedad es Like Suicide, que coincidencia el título, ¿cierto?, pero no, no tiene nada que ver con el suicidio pues narra una historia en la que Cornell le quito el sufrimiento de la agonía a una paloma, estampándole un ladrillo.

Cornell Llevaba más de 10 presentaciones con Soundgarden este año, la última la de ayer en Detroit.

“Tendrán algún mensaje oculto las canciones del setlist de mi caminata?” me pregunto, no sé, quizás en medio de las letras podría encontrar algo que me explique su muerte, pero concluyo que no, que estupidez. Las conexiones forzadas con las letras serían infinitas. En cambio, intento imaginar que nos quiso decir el frontman de Soundgarden con sus palabras, que seguro encierran sus pensamientos más profundos, posiblemente la clave para entender como veía la vida; algo difícil de captar, porque son pocas las veces en que no nos contentamos con sólo rasguñar la superficie de las cosas.

An unkind
“On the storm
It's time to go
On the storm
It's time to go”


"And if you don't want to believe"
Well you don't have to try to feel alive"


¿Por qué nadie se había dado cuenta de las señales que había enviado?, ¿lo había hecho?

Ty Cobb
“Sick in the head sick in the mouth
And I can't hear a word you say

Not a bit, and I don't give a Shit”


¿fue un acto premeditado o un impulso de un momento, un segundo en el que todo se trunca y la vida pierde, por completo, su sentido? ¡ja! Como si tuviera alguno. 

4th of July
“Down in the hole
Jesus tries to crack a smile
Beneath another shovel load”

Pero, ¿cómo saberlo?, ¿cómo enterarse con detalle de las millones de ideas que se pasean por los laberintos, callejones y precipicios de la cabeza, esa fortaleza, a veces, impenetrable? 

By crooked steps
“I'm addicted to feeling”


En el encore del concierto, la última canción que tocaron fue Slaves and Bulldozers del Badmotorfinger, a la que le mezclo parte de la letra de “In my time of dying” de Led Zepellin, cover de una canción gospell: “In my time of dying, I want nobody to mourn"

Overfloater
"I'm here and now I'm gone
I'm there and far beyond
And nothing's gonna pinch this nerve of mine"


¿Pretendía que leyéramos entre las líneas de la letra de la última canción que tocó en vivo? ¿Tiene el setlist seleccionado algún tipo de significado? Quizá sí, quizá no. 

Halfway there
“I get an itch and when I am scratching
Everything can go to hell”


¿Sabía el momento de la presentación que iba a acabar con su vida más tarde?

Black hole sun

"Times are gone for honest men"

Todo se convierte en preguntas y más preguntas que ya no vienen al caso, pues las respuestas, si es que las hay, son lo de menos, el hecho es que Cornell ya no está.

Let me drown
“So throw it away, you don't have to take me
Make no mistakes I'm what you make me”

Me da por pensar que la vida del artista es jodida con sentir todo tan personal, por dejarse afectar del mundo y sus incongruencias tan nostálgicamente, por decirlo de alguna manera. De pronto si uno no busca una forma de blindarse, la cabeza se va al carajo.

The day i tried to live
“I woke the same as any other day
Except a voice was in my head”


Imagino que Cornell lucharía con todas sus fuerzas con su estado emocional, con tratar de “estar bien”, lástima que nada ni nadie, en esas últimas horas de vida, lo sacó del hueco en el que se encontraba.

Burden in my hand
“So kill your health and kill yourself
And kill everything you love 
And if you live you can fall to pieces 
And suffer with my ghost”


¿Qué carga llevaba en su cabeza? Con Cornell también muere Soundgarden. No tiene remplazo y su voz era el fluido perfecto sobre el que navegaban y a la vez se acoplaban los frenéticos sólos de guitarra de kim Thayil, la sólida base ritmica de Matt Cameron y el parco bajo de Ben Shepherd. 

miércoles, 17 de mayo de 2017

Birra y Limone

Le atribuye la gripa que le dio a su hermana en pleno viaje a la diferencia horaria. Ahora ella guarda cama y él se aventura por la Via Ardea, una avenida amplia con un gran separador y 2 carriles en ambos sentidos. 

Su misión es comprar un té caliente y unos limones, Limone, acaba de buscar la traducción, para atender a la enferma. . Lleva la cuenta de las calles que ha cruzado, pues está seguro que una enferma y un extraviado es una combinación peligrosa para un viaje. 

Camina por un sector comercial con tiendas de diseñador en ambas aceras. Toda la ropa elegante posible, pero ningún atisbo de una tiendita de frutas. Está listo para cargar el acento en la segunda sílaba de limone y gesticular con las manos como los locales, al encontrarla. 

Cansado, voltea a la izquierda y toma la Via Lavino, una callesita más bien parca, que contrasta con la majestuosidad de la otra avenida. Justo en la esquina del cruce con la Appia Nuova, encuentra la única tienda en todo el trayecto. Entra, a lo que más bien es una droguería, sin ningún limone a la vista.

Es primavera, hace calor y en el cielo no hay ni una sola nube, así que decide pedir una cerveza. ¡Birra! Se le aparece la palabreja en la cabeza. Con toda la propiedad del caso la pronuncia, y el tendero le responde “piccolo o grande”. No tiene pierde, piensa sobre lo fácil que resulta hacerse entender en italiano. Tal vez, luego de tomarse la birra y con algo más de suerte, encuentre el tan anhelado limone que busca. “Piccolo”, responde finalmente. 

Se sienta en la terraza del establecimiento. La silla y mesa son de metal y reflejan los rayos del sol, al tiempo que una ligera brisa termina de componer el momento. Al sentarse acomoda los pies sobre otra silla y se toma la cerveza despacio. A dos sorbos de acabarla, el tendero sale, pronuncia una ráfaga de palabras al tiempo que gesticula airadamente. Le es fácil entender que el hombre está de mal genio en italiano, al parecer, otro nivel de ira. Cae en cuenta que lo que le molesta son sus pies sobre la silla. En un movimiento sincronizado los baja, y se acaba la cerveza de un sorbo. “Grazie” dice y sale pitado del lugar.

De vuelta, a pocas cuadras del hotel, se cruza con un restaurante chino o japonés. “los asiáticos toman té, ¿cierto?” piensa, mientras entra al local armado con sus seis palabras en italiano: birra, limone piccolo, grande y grazie. También se sabe testa por los partidos de fútbol que ha visto de la liga italiana, pero considera que no aplica para la ocasión. Intenta pedir un té caliente de la mejor forma que se le ocurre, pero la dependienta, una mujer de ojos rasgados “con poca testa”, la juzga, no comprende nada de lo que dice.

martes, 16 de mayo de 2017

Medida justa

La vida de todas las personas está plagada de rituales simples pero repletos de significado y  que ayudan a colorear nuestras rutinas. Uno de los preferidos de Carlos Reyes es preparar tinto.

Sentado en su escritorio vuelve a pensar en  las tres cuartillas que debe entregar mañana, a primera hora.  Sólo tiene el borrador de la primera dentro de su cabeza, pero cada vez que la escribe y luego de leerla en voz alta, decide borrarla. Algo le dice que puede encontrar palabras mas justas, más acertadas para desarrollar la idea que introduce su escrito, pero el desgraciado, el algo, no lo da ningún indicio de cuales son las que debe utilizar.  En estos casos acude a su ritual para hacerle frente al "síndrome de pantalla den blanco".

Se empuja lejos  con las dos manos y se pone de pie.  Arquea su espalda de forma exagerada, parece que se fuera a quebrar por la mitad. Luego camina hacia la cocina.

De su ritual le gusta todo: Medir la cantidad justa de agua, calcular la cantidad exacta de café, girar la perilla de la estufa y escuchar el leve silbido que hace el gas al desplazarse en el aire, presionar, con decisión, el botón que produce la chispa y da paso a la llama.

Una tarea de medidas justas  y que ya tiene grabadas en su cabeza; tan diferente a su proceso de escritura, cuando se engancha en el flujo mental preciso,  que germina con una palabra y se convierte en un río de las mismas.  Un territorio sin confines y con más incertidumbres que certezas.

El sonido del agua, que burbujea , le gusta esa palabra, tal vez la utilice en su escrito, lo rescata de sus pensamientos.  "Medida justa" piensa.  Tal vez eso es lo que define a los buenos textos, esos que están compuestos por una cantidad mínima, como sinónimo de justa, de palabras y que evitan esa verborrea venenosa que a veces se apodera de ellos.

  "Contar, únicamente contar y tratar de nunca caer en la arena movediza de la opinión, que lo confunde todo" piensa, mientras varias ideas comienzan a burbujear en su cabeza.

lunes, 15 de mayo de 2017

Inicio de semana

Algunos afirman que el primer día hábil de la semana los toma preparados o, de cierta forma, recargados de energía, listos para enfrentar lo que la vida les tenga preparado para los 7 días que están por venir, otros persisten en abrigarse y quedarse envueltos en la modorra que acompaña el inicio de la semana, salpicada por los dos días de descanso previos; actitud distante para el primer bando.

Lunes. Es de noche y camino por un centro comercial. La mayoría de locales ya cerraron y son pocos los que continúan abiertos, con sus dependientes ordenando artículos de forma perezosa y tal vez con muchas ganas de abandonar lo más pronto posible su lugar de trabajo.

“Es que a yo-no-sé-quiencito no le gusta ni mierda”, le Dice una mujer, con voz potente y a la que no veo, a su interlocutora. Imagino que yo-no-sé-quiencito es su jefe y que es una persona que molesta bastante. Su subalterna tiene mucho mal genio, quizá estrés del primer día de trabajo de la semana, o algo que esa persona le dijo que la saco de sus casillas. Con yo-no-sé-quiencito, quien quiera que sea, valga la redundancia, encima, la semana no augura un buen futuro.

Me pregunto a qué bando pertenecerá la señora, ¿a los de la modorra o a los recargados de baterías? ppuede que el incidente la hunda más en su pereza o quién sabe cuánto porcentaje de batería para el resto de semana se le habrá ido hoy.

domingo, 14 de mayo de 2017

"Bailar jazz hasta morir"

El otro día en una librería vi un libro, tipo diario, de Anaïs Nin.  Me llaman la atención esos textos de los escritores que no tienen nada que ver con sus trabajos de ficción; solo un decir, pues seguro están repletos de temas que hacen parte de sus obras.

Me gustan porque me parece que en cada anotación, en cada entrada, saltan de un tema a otro  con facilidad, y esa especie de desorden y/o aleatoreidad me agrada.

Abro el libro más o menos por la mitad, y me encuentro con una entrada del 18 de Septiembre de 1935, ¿acaso eso no es fascinante?, es decir, tener la posibilidad de saber cuáles eran los pensamientos más íntimos de una persona que ya no está presente, en un día preciso? Quizás si, quizás no, de pronto es una especie de voyerismo que todos desarrollamos en mayor o menor grado.

Son tres párrafos pequeños.  En el primero Nin habla sobre un hombre que se llama Eduardo, de quién afirma que va: "acompañado de surrealismo"

En el segundo, habla sobre su proceso de escritura y cómo se traga su neurosis cuando escribe y cómo también puede hacerlo gracias a ella. Lo concluye con una frase hermosa:  "preferiría ser camarera de cabaret y bailar jazz hasta morir"

El último se lo dedica a Henry, Miller supongo, y cuenta como este utiliza a sus amigos, en especial a un tal Fred que define como: "una edición barata de Henry"

Adelanto unas hojas y caigo en otra entrada de unos días después. En esta habla sobre la debilidad de Miller al utilizar a las personas y como debido a eso, pierde su amistad con Aleister Crowley.  Nin dice que le escribe una carta y que está siendo sincero, pero que de resto solo se acerca a las personas para utilizarlas.

Dice que Miller no comprende que a las personas les duele que las utilicen, y que no sabe que "solo el amor hace que la utilización sea correcta."

Bailar, bailar jazz hasta morir...

jueves, 11 de mayo de 2017

¿Cómo escribir una novela?

Busco un libro en mi biblioteca y me encuentro otro, uno pequeño que nunca había visto.  Se titula " ¿Cómo se escribe una novela?  ¿En qué momento llegó ahí?  Si no me agrada esa moda de los artículos tipo  "¿Cómo hacer inserte aquí el tema que se le venga a la cabeza?"entonces,  ¿por qué tengo un libro entero sobre cómo se debe hacer algo que desde mi  punto de vista considero casi sagrado?  Estoy seguro que yo no lo compré.  ¿Será una de señales sobre las que tanto se habla, que me pregunta en silencio  ¿por qué no escribe una novela?

Me acuerdo de otras apariciones repentinas, como una canción en mi mp3 que no sé como llegó a él, o una camisa en mi closet a la que le terminé cogiendo gusto y me la pongo seguido.  Ambos aparecieron de un momento a otro. Me gusta pensar que se materializaron de la nada.

El librito tiene 238 páginas  y lo escribió una periodista y filóloga argentina que escribe para el diario La Nación y  también  trabaja en Barcelona como directora de la revista Escribir y Publicar.  Está  dividido en 9 capítulos: El enfoque, El espacio y el tiempo, los procedimientos, entre otros.  Seguro tiene muy buenos consejos sobre como abordar ese proyecto tan desgastante y personal que es escribir una novela, pero creo que aprendo más sobre cómo escribir una novela leyendo una, que  leyendo sobre cómo se deberían escribir.

Pero, ¿quién sabe  algo con exactitud en esta vida? a la larga uno tiene idea de muy poco. Quizás  el librito se me apareció para cortar de un tajo mi arrogancia y encarrilarme en ese proyecto.  De pronto la camisa y la canción desconocida en mi mp3 juegan un papel importante, o se relacionan de manera misteriosa para dar vida a un relato de largo aliento; un texto que existe, me habita, pero que aún no he escrito.

"Escribir una novela es construirse un universo privado del que se puede salir y volver a entrar para habitar otras vidas" Son las palabras con las que la escritora inicia el libro.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Nudo

Hago fila para pagar una bolsa de mandarinas. El supermercado está repleto, y trato de buscar una fila con pocas personas. La creo encontrar y me hago detrás de una señora. 


Cerca de la caja hay un stand con revistas. La caratula de una muestra a Trump, con uno de sus gestos indescifrables, como de dolor de estómago crónico, su cara a veces es un nudo, junto a Melania su esposa. El texto que acompaña a la fotografía es “Melania y Donald Trump duermen en cuartos separados”.

No importa la situación política y el ambiente de polarización en que se encuentra sumido ese país; tampoco que los gringos estén estudiando la posibilidad de agarrarse a bombazos con otros países; lo importante son esas maricaditas a las que les ponemos tanta atención.

Lucho con hacerle el nudo a la bolsa de mandarinas, que está a punto de romperse, mientras intento mantener el paraguas en equilibrio. La señora se voltea y me dice: “señor, hay una caja rápida allá” y señala con su mano hacia la derecha.

No sé por qué quiere que me pase a otra caja si voy detrás de ella en la fila. Le respondo: “¿Cuál?, ¿qué número?”. “La 5” dice. Le hago caso y me paso a hacer fila en esa caja.

Ubicado en mi nueva fila aún continúo sin poder hacerle el nudo a la bolsa. La tomo de los extremos y le comienzo a dar vueltas entre los brazos y se enreda con los cables de los audífonos que llevo puestos. La torpeza de mis movimientos hace que suelte la sombrilla, que se estampa contra el piso.

Delante de mí está una señora pelirroja de edad. Según el atuendo que lleva, creo que trabaja como “señora de los tintos” en alguna oficina; uno de los pilares de cualquier lugar de trabajo. La miro extrañado pues nunca había visto una mujer mayor con ese color de pelo que, al parecer, es natural. Mi nueva compañera de fila parece no tener claro el concepto de caja rápida, pues su carrito de mercado está abarrotado de frutas y varias botellas, tamaño litro, de gaseosa.

El paraguas continúa en el piso. La señora que ocupa el puesto detrás de mí, me lo hace saber: “Señor, se le cayó el paraguas” “Si, ya sé” respondo algo molesto, pero simulo una sonrisa. Unos segundos después, el destino la castiga a ella, pues el paquete de arroz que lleva en las manos cae al piso. “Señora, se la cayó el paquete de arroz al piso” pienso.

Por fin logro hacerle el nudo a la bolsa que tiene un hueco en uno de sus lados pero contiene, con dignidad, a las mandarinas. Me agacho y recojo el paraguas.

Cuando salgo del supermercado me pregunto cuál será el nudo en la relación de los Trump para que tengan que dormir en cuartos separados.

martes, 9 de mayo de 2017

Hijos

Aurora, quien debe tener un poco más de 50 años, le hace las uñas a una hombre en la peluquería.  Su cliente, no mayor de 30 años conversa con ella desinteresadamente.  Entre los múltiples caminos que puede tomar una conversación, la de ellos se encarriló en el tema de los hijos.

Aurora le pregunta al hombre: "¿Usted tiene hijos?". "No".  Respuesta que automáticamente desencadena otra: "¿Y por qué no?".

El hombre hace un gesto que traduce: "¿En que tema me metí?" y  responde que por el momento no quiere y que pensar en eso es intentar ubicarse en un futuro, y todo lo relacionado con ese más allá produce angustia.  "Igual uno nunca puede estar cerrado a nada porque llega el destino, el universo o el cosmos y nos suelta, a manera de bomba, cualquier acontecimiento" concluye.

Aurora insiste en el tema y le da algunas razones de lo bonito que es tener hijos.  Le cuenta que siempre le han gustado los niños; que ella viene del campo y que cuando alguien de su vereda tenía uno, ella agarraba un pollo de su granja para llevárselo de regalo a la madre.  La ofrenda no tenía otro fin que poder cargar al recién nacido.

Calla por un momento mientras se concentra en limar una uña.  Sube la mirada y le dice: "usted debería darle un nieto a sus papás".  El hombre le pregunta que si ella tiene nietos y responde: "¡Sí claro!, tengo 3.  Mi primer nieto nació cuando yo tenía 37 años.  Mi hijo tenía 16 y embarazó a una china, después conoció a otra mujer y tuvo otro hijo, pero de ninguno de los dos se hizo cargo.  Unos años después conoció a una tercera mujer, pero esa si le salió fiera y le dejó el bebé a él."

Ante la avalancha de información, ell hombre guarda silencio. Parece que juega con un pensamiento no relacionado con la charla, hasta que Aurora rompe su estado contemplativo  y le dice: "¿Si ve? lo dejé pensando.  Fijo esta noche cuando se acueste va a pensar en el tema".

Guardan silencio por un rato hasta que ella vuelve a hablar: "Mejor tenerlos que adoptarlos,  ¿no? porque uno debe querer menos a un hijo adoptado,  ¿no cree? Además, que miedo  ¿Qué tal que el papá del niño haya sido ratero o vicioso? Por genética el hijo tira para allá, que susto eso"

A punto de acabar su servicio, mientras repasa las uñas del hombre, concluye: "Pero si, lindo dejar una familia grande en el mundo.  EL hombre le responde con una sonrisa, le da las gracias y se despide.

"Del mismo modo que hay padres adoptivos más legítimos que los 
verdaderos,  hay autores que no se merecen los libros que han escrito. Es muy 
difícil merecer ser padre, o ser autor. En cuanto a los hijos, ya he dicho que 
todos somos en cierto modo adoptados."
- Dos mujeres en Praga -

lunes, 8 de mayo de 2017

Guantes negros

Domingo 7 de la noche. Duermo una película de Netflix y me aventuro en un sueño extraño. Me causa curiosidad cuando logro recordar lo que sueño ya que casi nunca lo hago, es decir, recordar, pues dicen, si no estoy mal, que siempre soñamos algo. Las pocas veces que lo logro, sólo recupero escenas sueltas.

En el plano onírico me encuentro en un restaurante y como una hamburguesa. Soy, al parecer, la única persona en ese lugar. Reparo en mis manos y veo que llevo puestos unos guantes negros para lavar la losa. 

Luego de terminar mi comida me acerco con la bandeja a la caneca. Aplausos para mi personaje en el sueño, que supongo soy yo, por esa actitud. Detesto cuando las personas dejan reguero sobre las mesas en los restaurantes.

En mi trayecto hacia la caneca, paso cerca de la barra y veo un plato de nachos bañados en queso fundido, guacamole, frijol refrito y sour cream. El plato se ve muy apetitoso y pienso en probar uno, pues el cocinero está ocupado en la parrilla asando carne, “¿Para qué si no hay nadie?”, y seguro no se daría cuenta.

Nuevamente me concentro en los nachos, pero tengo las manos ocupadas con la bandeja y las manos llevan los engorrosos guantes negros, que le restan habilidad a los dedos.

Con el rabillo del ojo capto a una mujer y algo me dice que es la persona que ordenó los nachos. La conozco, mejor dicho, sé quién es. Hace muchos años me dejo un agradable comentario en la entrada de otro blog.

Camino hacia el baño y me encuentro con la mujer. Cuando nos cruzamos me sonríe y saluda: “Hola, hace tiempo no te veía, ¿cómo has estado?"  Su frase es afectuosa. También sonrío y le explico que voy para el baño y, torpemente, levanto mis brazos para mostrarle los guantes negros. No sé para qué hago eso pero, al parecer, los guantes negros, junto con los nachos son símbolos importantes de la narrativa de que plantea mi subconsciente o quien sea que dirige el sueño. 

Robert Mackee sostiene que en una narrativa debe tener un buen sistema de imágenes, con símbolos que nos muevan, mientras no los reconozcamos como eso, momento en el que pierden todo su poder de sugestión.  

En el baño, abro el grifo del lavamanos y pienso en la mujer de los nachos. “La voy a saludar”, pienso. Cuando salgo ella ya abandonó el lugar y tampoco hay rastro de los nachos.

Despierto. Son las 10:45. Siento hambre y mi estómago hace ruidos “¿Fue eso lo que disparó el sueño?" 

Voy a la cocina a servirme un cereal y en el lavaplatos veo un par de guantes negros. Los reviso y,afortunadamente, no están untados de guacamole.

sábado, 6 de mayo de 2017

Olvidar

Carmenza dedicó gran parte de su vida al Psicoanálisis.  

Un día comenzó a olvidar: caras, compromisos, fechas, todo, y lo que empezó como pequeños lapsus mentales atribuibles a olvidos pasajeros que le ocurren a cualquiera, pronto se convirtió en el monstruo del Alzheimer. 

Lo que más le afecta, o eso creen sus amigos y familiares, pues nadie sabe con certeza que pensamientos se pasean por el laberinto de su mente, no es olvidar, sino ser consciente de que está enferma.

Se la pasa encerrada en su casa porque esabe que si sale sola a la calle, seguro se va a perder.  Tampoco contesta el teléfono.  El otro día Clara, una de sus mejores amigas, la visitó y le contó que la había estado llamando a lo largo del día anterior. " ¿Por qué no contestas el teléfono?" le preguntó. "Es que me da miedo no saber quién es la persona que me habla". le contestó triste.

A veces se queda mirando un punto fijo en el horizonte sin pestañear, mientras navega quien sabe en qué tipo de recuerdos; de un momento a otro regresa a su realidad desconectada.

Le gustaría poder tratar su trastorno mental con sus propios conocimientos, pero cada vez le cuesta más trabajo concentrarse. 

jueves, 4 de mayo de 2017

Afecto sin efectivo

Constanza y Martin, empleada y jefe, llegan a un café. Se sientan y luego de hacer el pedido, Martin saca unas hojas que están grapadas y un esfero.  Juega con el mecanismo retráctil de este con algo de ansiedad, hasta que repara en su actitud o se aburre y se queda quieto.

Las hojas tienen un libreto que escribió Constanza. Martin, otra vez, le saca la punta al esfero un par de veces, hasta que finalmente decide revisar e libreto.  Sabe exactamente cuáles son, según su criterio, las partes en las que tiene fallas  o que podrían mejorarse, y comienza a hacer anotaciones en los márgenes de las hojas, mientras no para de hablar.

Constanza lo mira distraída. Contesta con monosílabos que siempre le dan la razón.  No objeta nada seriamente, le da lo mismo que le diga que su texto es una mierda o que es el mejor libreto que ha leído en años.  Juega a darle vueltas sobre el piso  a la punta de su tenis, que tiene un diseño de arabescos naranjas que hace juego con su bufanda, del pie derecho.

Les llegan las bebidas, un capuchino para ella y una copa de vino tinto para él.  Hablan sobre la fuerza de un aparte del texto en el que una mujer salta por una ventana, no sabemos si es una metáfora o si hace parte de la acción cruda de la historia.  " ¿Entonces mejor quitar lo de la ventana?" pregunta Constanza

Martin, quizás sea un tic, vuelve  a jugar con el esfero presionando el mecanismo a 10.000 clics por minuto, le da un sorbo a la copa de vino, y le responde: "Si, creo que es lo mejor."

Luego, dejando el trabajo de lado, se embarcan en una conversación que propone Martin sobre los tipos de personas que les caen bien, y con esta finalizan sus bebidas.

Al momento de pagar el jefe pide el datáfono, pero le dicen que no está funcionando.  "Tranquilo, yo tengo efectivo" comenta Constanza y saca 2 billetes para pagar la cuenta.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Buenas noticias

Las entidades bancarias son buenísimas dándonos buenas noticias. Hace unos días me llegó el extracto de la tarjeta de crédito junto con un un papel en el que mi nombre es Estimado(a) y mi apellido Cliente.  En él me dicen que  desde ya me puedo relajar y disfrutar al máximo de mis vacaciones. 

En un principio me alegré al saber que voy a tenerlas pero, justo al instante, la emoción se desplomó como un castillo de naipes azotado por un fuerte viento. Esos "señores" Me cuentan que  las compras que realice con la Tarjeta de Crédito (así lo escriben, con Mayúsculas como si fuera un nombre abstracto personificado), o bien , ese dinero invisible, entre el 15 de junio y el 15 de Agosto, las puedo pagar dos meses después de la compra. ¿Acaso son bobos o qué?,  ¿quién se va a relajar con semejante noticia tan ridícula?

Pueden ocurrir dos cosas: que uno olvide por completo la compras y a los 2 meses llegue un cojonal de cuenta, o vivir con estrés ese lapso de tiempo al tener presente esa deuda que ellos ven como terapia de relajación.   ¿Por qué no nos cuentan mejor esto?:

Estimado cliente, te informamos que todas las compras que realices con tu 
Tarjeta de Crédito entre el 15 de junio y el 15 de Agosto serán gratis"

 Eso si es motivo de relajación, contrario a dilatar el pago de una deuda.

Más tarde me llega un correo de otra entidad en el que afirman que hacer retiros de dinero me va a gustar más ¿Acaso hay alguien qué  encuentra satisfacción en teclear la clave en el cajero automático y esperar a que la máquina escupa el dinero? Pero esa no es la razón por la que voy a disfrutar más ese acto; la gran noticia es que ahora el monto máximo de retiro aumento a $700.000.

La única ventaja de todo esto sería el tener que visitar menos veces el cajero automático, para sacar la plata que debemos destinar a la deuda "relajada" de la tarjeta de crédito. 

martes, 2 de mayo de 2017

Edición 73

A Pérez le piden un artículo sobre salsa para la edición 73 de una revista cuando cae la tarde. "Lo necesito para mañana" le dice el editor en un tono alegre. "Claro, como usted sólo se dedica a leerlos y mandar a escribir es tan fácil" piensa. Suspira y luego pregunta "¿Cuantas palabras?". “Es cortico hermano, no se estrese, de 500 a 800". 

Al rato de colgar, con la pereza colgándole en la espalda, decide sentarse en su escritorio. No tiene ni idea sobre que va a escribir, pero si no hace el intento de poner una palabra detrás de otra, su trabajo, su vida, ¿qué sentido tiene todo?

Escudriña su cabeza. Le gusta cómo suena esa palabra y es la primera que escribe, espera que pronto venga otra, producto de un fogonazo en su cabeza debido a la excitación de una neurona o una orgía entre varias de ellas; eso que unos llaman inspiración, otros más románticos musa, y aquellos (que no son ni los unos ni los otros), emparentan ambas bajo el nombre "Musa de la inspiración”. Espera que ese ente, lo que sea, si es que existe, le transmita algo a sus dedos para comenzar a teclear.

Pasan 5 minutos, y en el último cae en cuenta de que mira la pantalla mientras piensa que tiene hambre. Va a la cocina por un paquete de papas y una gaseosa. Toma su merienda mientras navega por internet, pero esa supuesta recarga de baterías no le sirve para nada o tal vez a su musa no le agrada esa combinación.

Decide revisar la definición de la RAE para ver si de pronto, por alguna razón absurda, viene con una historia incluida que le de luces de algo, pero se encuentra con ese muro frío, desprovisto de emociones, que son las definiciones de diccionario: “Examinar, inquirir y averiguar cuidadosamente algo y sus circustancias". "Malditos, puros sinónimos. Que gente tan perezosa esa de la Real Academia” concluye.

La 73 podría tener algo que ver con la banda bogotana La 33, si se le suma 40 unidades de algo, ¿de qué?, ¿Instrumentos, músicos, fans?

Escudriñando a la 33, escribe. Ese va a ser el título, que espera se convierta en una cascada de palabras con cierto sentido y ritmo. Alguna vez leyó que Woolf decía que eso último era lo más importante para escribir y piensa que si se trata de un artículo sobre salsa, debe pesar aún más.

Le tiene miedo al uso del gerundio pero siempre lo siente tan a la mano, tan preciso, que decide subrayarlo, no en el amarillo chillón tan preferido por todo el mundo, sino en un parco gris. 

Ha pasado una hora y todavía le faltan, calcula a la ligera, unas 650 palabras.

lunes, 1 de mayo de 2017

Desocupado

Tomo un taxi. 

"Buenos días, a  la feria del libro, por favor"
"Buenos días,  ¿dónde es que queda? ahh ya, estamos cerca"

Avanzamos un par de calles y me pregunta:

"Le gusta leer harto?"
"Si", le respondo aprovechando mi buen humor.
" ¿Y cuántos libros se ha leído este año? .  Sus frases son alegres y tienden a terminar en una ligera risa.
Le doy la cifra de los que llevo leídos hasta el momento.

El conductor espera unos segundos y luego  exclama: "¡Uy este marica es un desocupado! y ríe.

Su comentario está lejos de ser un insulto y no me molesta. Si, tal vez es algo confianzudo pero sólo quiere hablar. Al rato lo vuelve a hacer:

"Yo la verdad si soy malo para leer,una ves me traté de leer un libro, ¿cómo es que se llama? ...  ¿quién... cómo es qué es? Quién se..."  
"...ha llevado mi queso" completo su frase
"Si ese, pero me aburrió y creo que nunca lo acabe"

" ¿Y qué es lo que más le gusta leer?"
"Ficción"
"Ahh ya, a mí lo que me gusta es ver películas de acción, por ejemplo, ¿no se ha visto la ultima de Rápidos y Furiosos? 
"No, ¿qué tal?"
"Ufff muy bacana" sonrié, mientras, parece, recuerda las escenas.
"Es que,  ¿qué no le meten? Barcos aviones, misiles, submarinos, los manes manejando carros en el hielo...hasta un bebé, imagínese"

Trato de hacerlo, pero no se me ocurre qué puede tener de interesante la escena del bebé. Me he visto un par de películas de esa serie, pero lo único que se me ocurre preguntarle, para no dejar morir la conversación, es: " ¿Y en esta película sale el que se murió?

"No, no sale.  Sólo lo mencionan en un dialogo, pero es muy chistoso, pues dicen algo como: Recuerda que no podemos llamar a fulanito porque se fue a no se donde.  Muy chistoso ese pedazo.  

"En serio le recomiendo que se la vea"

Justo cuando terminamos el tema de su gusto por las películas llegamos a Corferias, me despido y me desea buena suerte, que disfrute la feria y que ojalá compre muchos libros.