Quiero leer despacio, pero largo; entregarme, mínimo unas dos horas, a una lectura libre de cualquier afán.
Comienzo a hacerlo y logro engancharme con la historia de la novela. Quiero saber qué les va a pasar a los personajes principales.
Los capítulos están intercalados entre lo que ocurre en el mundo de la novela y una novela que escribe la protagonista. A veces comienzo a leer los de la novela y no entiendo un carajo, hasta que caigo en cuenta que estoy en la novela dentro de la novela.
Leo un capítulo que transcurre en la vida de la protagonista.
La mujer le compra verduras a una viejita enigmática que nunca antes había visto, que tiene un puesto en la calle. La segunda trata de sonsacarle información a la primera, lo que hace aún más sospechoso su actuar o, más bien, su presencia.
En la vida real, aquí y ahora, si es que usted, estimado lector, considera el paso del tiempo de forma lineal— digo esto porque el otro día leía que pasado, presente y futuro se entremezclan de manera continua—tuve que interrumpir la lectura para salir a hacer una vuelta no prevista.
Cuando regresé, después de no más de 2 horas de estar por fuera, acomodé las almohadas para seguir leyendo , pero me dio sueño y los ojos se me comenzaron a cerrar.
Dejé que el sueño, los ojos o ambos hicieran lo que les diera la gana, supuestamente para descansar, y cuando los abrí por tercera vez, el Kindle se había apagado; me había quedado dormido.
Me gustaría dejarles una enseñanza, sorprenderlos con un texto que sacuda su forma de pensar, pero no. Solo quería contarles que me dio sueño.
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